JOAQUÍN PASOS Y LA TIERRA ABURRIDA DE LOS HOMBRES QUE RONCAN




Cementerio

La tierra aburrida de los hombres que roncan
es aquella que habitan los pájaros pobres,
las gallinas que comen las piedras,
las lechuzas que braman de noche.
Una jícara negra, una seca tinaja,
un carbón, una mierda, una cáscara.

En la tierra aburrida de los hombres que roncan,
donde viven los pájaros tristes, los pájaros sordos,
los cultivos de piedras, los sembrados de escobas.
Protejan los escarabajos, cuiden los sapos
el tesoro de estiércol de los pájaros pobres.
Los pájaros enfermos, los vestidos de sombra,
los que habitan la tierra de los hombres que roncan.

Tengo un triste recuerdo de esa tierra sin horas,
la picada de pájaros, la que se desmorona.
Con murciélagos me persigue de noche
su horizonte de barro y su luna de broza.
En la tierra aburrida de los hombres que roncan
se hizo piedra mi sueño, y después se hizo polvo.




Los indios viejos

Los hombres viejos, muy viejos, están sentados
junto a sus cabras, junto a sus pequeños animales mansos.
Los hombres viejos están sentados junto a un río
que siempre va despacio.
Ante ellos el aire detiene su marcha,
el viento pasa, contemplándolos,
los toca con cuidado
para no desbaratarles sus corazones de ceniza.

Los hombres viejos sacan al campo sus pecados,
éste es su único trabajo.
Los sueltan durante el día, pasan el día olvidando,
y en la tarde salen a lazarlos
para dormir con ellos calentándose.


Joaquín Pasos
Anillo de silencio
Selección y prólogo: Jorge Boccanera
Ediciones del IMFC

SALOMÓN DE LA SELVA, DOS POEMAS




Prisioneros

Son gente,
de eso no cabe duda.
Gente como nosotros,
que come, que duerme, que se entume, que suda,
que odia, que ama.
Gente como toda la gente,
y sin embargo diferente.

Como le hemos arrancado
todos los botones,
caminan agarrándose
los pantalones,
y llevan el cuerpo doblegado.

Pudiera ser cansancio,
pero no es eso.
Pudiera ser vergüenza...
En fin, qué nos importa:
¡Son nuestros prisioneros!
Está prohibido darles cigarrillos.
Bien. Se los daré a escondidas.
Alguno de ellos debe haber leído
a Goethe; o será de la familia de Beethoven
o de Kant; o sabrá tocar el violoncello...



Curiosidad 

Aquí estamos nosotros
allá está el enemigo.
No nos dejamos ver
ni él se deja tampoco.
De tiempo en tiempo
nos cambiamos un tiro.
Nosotros disparamos entre rosas.
¡A ver si hace una baja!
Él también se reirá.
Nuestras carcajadas son pueriles.
Sus balas silban sobre nuestra cabezas
o levantan pajaritos de lodo
frente a nuestra trinchera.
Al disparar él debe de haber reído.
Tengo ganas de verlo.
Me siento como se sentiría
un príncipe de cuento
que ha cambiado palabra y corazón y anillo
con una princesa de otra raza
a quien jamás a visto.
Lejos de tenerle odio
como que voy queriendo a mi enemigo.


SALOMÓN DE LA SELVA
Anillo de silencio - Centroamérica en la poesía -2009
Ediciones del IMFC (Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos).
Selección y prólogo: Jorge Boccanera


Salomón de la Selva (Nicaragua, 1893-1959) Poeta, ensayista, fundador de revistas y centros de estudios; catedrático, y maestro. Considerado por muchos como el poeta nicaragüense  más trascendente después de Ruben Darío.
Jorge Boccanera en su antología "Anillo de Silencio", de la cual extraje estos poemas, señala: "Salomón de la Selva es el autor de uno de los libros esenciales de la vanguardia de los años 20: El soldado desconocido". Inspirado en la experiencia del poeta como soldado durante la Primera Guerra Mundial en el cual, por primera vez, se utiliza el coloquialismo y el prosaísmo en la poesía Centroamericana.
Fue publicado en México en 1922 con ilustraciones de Diego Rivera.

Jorge Eduardo Arellano en Tres aproximaciones a Salomón de la Selva dice: "()...Un yo lírico que escribía en un contexto aplastante y urgente —cuestionador de los antiguos valores de la poesía épica: el valor, la fuerza y la inteligencia del individuo, no advertido en la reseña del mexicano Luis Urrutia y Arana que afirmaba que "El soldado desconocido como sinfonía es lo más alejado de este libro pequeño y grande de Salomón de la Selva”; quien al mismo tiempo llamó a Salomón bardo nicaragüense. Reconoce que el poeta ha escrito una obra importante, pero le reprocha la irregularidad de su forma y que los poemas carecen de un ritmo interior como el de los audaces músicos Ravel o Debussy. Y concluye: me complazco en saludar en el autor de El soldado desconocido a uno de los poetas de la América Española más originales, más fuertes y más dignos".


Efraín Huerta, "Tu corazón penumbra o barco sin latidos"



Tu corazón penumbra 


Tu corazón penumbra
o barco sin latidos,
entre mis manos grises
o frondas angustiadas.

Tu corazón y el mundo marchan juntos.
Tienes la rebeldía en el espanto de la sangre
y la oscura tristeza en los cabellos.
Tu suave corazón, tu carne mía
(¡Oh jaula de mi voz,
prisión de mis tinieblas!)
me duele con las mismas
lentas eternidades.
Sólo escucho rumores, canciones,
multitudes, cosechas y crepúsculos.
Desconozco la ausencia
y cómo ciertos hombres
desfallecen de miedo.
Conozco el hambre, el frío
haciendo de pies mármoles,
la miseria en los gestos
de los desamparados del subsuelo,
el alcohol amarillo, corazón,
que beben trozos de hombres
en la desierta plaza
donde calumnias, iras
y verdes maldiciones
brotan como el cariño
en la piel de los ciegos.

Tu corazón penumbra
o barco sin latidos,
o cera maldecida
trabajada por tactos
angustiosos, durísimos.
Tu corazón y el mundo.
Tienes en la garganta un destello de dicha
en las manos tranquilas cicatrices
y en el hombro derecho la mordida del alba.
¿Sientes a las estrellas dominarnos
como si fueran diosas
o montañas de plata?
¿No sientes en la Tierra,
corazón de mi vida,
un negro, insultante
bochornoso cinismo
de burguesa alegría?

Pero no sabes nada.
Ni la luz, ni banderas
-corazón y bandera-
ni la fuerza ni el odio
que rebasan su cauce,
ni los ojos que lanzan
espigas de verdades,
ni la melancolía
deshecha para siempre.

Algo que se construye no lo oyes.
Tienes el corazón más sordo y necio
que un puñal aterido,
más hueco que un milagro.
¡Tu corazón,
penumbra aniquilada!

(Los hombres del alba)




Verano

¿Qué soledad, qué muerte me destinan
la quietud, la sedante, cariñoso tristeza
donde nazco y perduro?
Nada sé, nada saben, nada sabe.
Nada se sabe al fin de tanto y misterioso
ir y venir de largas pesadumbres de hielo.
Nada se sabe aún. La milagrosa
lluvia de este verano
es callada, y me duele
la cruel melancolía.

Y nada se sabrá.
Los hombres nunca saben
el por qué de la angustia,
ni cómo una magnolia
--esa bestia de mármol inocente--
y un clavel se estremecen
cuando los besos cobran
magnitudes celestes
y sabor de piedad.

Nada puede saberse, no hay remedio.
Los hombres nunca saben
cuánta dulzura y cuánto
quebradizo silencio
hay en una palabra,
cómo es bello llorar
con las lágrimas vivas
y la piel en descenso.

Por eso me pregunto sobre la soledad
y sobre la tristeza: hadas, malignas,
rosas, delicadas, sonrientes
jardines de veneno.

(Estrella en alto)



PUES SÍ

Hablando
Se
Enciende
La
Gente.

DISCRIMINACIÓN

¿Y
Por qué
Nadie
Habla
De los
Presos
         Poéticos?

(Dispersión total)


Efraín Huerta
Poesía completa - ed. Martín Soler.
Fondo de Cultura Económica, 1988.



Efraín Huerta (1914-1982), Poeta, periodista y crítico mexicano.

Es una de las figuras centrales de la literatura mexicana del siglo XX. Conocido como el "El Gran Cocodrilo" fundó junto a Octavio Paz, Rafael Solana y Neftali Beltrán la revista Taller (1938-1941). Poeta exquisito de una vitalidad expresiva magistral que no le impidió ser, también, un poeta de ruptura; utilizando técnicas neo-vanguardistas que crearon nuevos espacios en la poesía mexicana.

Leer a Efraín Huerta, señala David Huerta en el prólogo de su "Poesía Completa", "Es sencillamente conocer un espacio expresivo sin el cual, acaso, o seguramente, México sería ininteligible [...]pero no es menos cierto que ahí precisamente donde la poesía de Efraín es más mexicana se convierte con más intensidad en una obra universal":

Entre los muchos premios que le otorgaron, recibió las Palmas Académicas del gobierno de Francia, (1945); el Premio Xavier Villaurrutia, (1975); el Premio Nacional de Lingüística y Literatura, (1976) y el Premio Nacional de Periodismo en divulgación cultural (1978).

Obra poética: Absoluto amor, (1935); Línea del alba, (1936); Poemas de guerra y esperanza, (1943); Los hombres del alba,(1944); La rosa primitiva, (1950); Poesía, (1951); Poemas de viaje, (1953); Estrella en alto y nuevos poemas, (1956); Para gozar tu paz, (1957); ¡Mi país, oh mi país!, (1959); Elegía de la policía montada, (1959); Farsa trágica del presidente que quería una isla, (1961); La raíz amarga (1962); El Tajín, (1963); Poemas prohibidos y de amor, (1973);  Los eróticos y otros poemas, (1974); Estampida de poemínimos, (1980); Tranza poética, (1980); Estampida de Poemínimos, 1985; Dispersión total, (1986).


SANTIAGO SYLVESTER Y EL PUNTO MÁS LEJANO





EL tiempo cobra peaje a todo lo que ha nacido para durar.
Peaje a la belleza, al porvenir, al odio;
peaje a ese montón de pelo atado en la nuca de la mujer,
a la mirada del hombre,
a las palabras que se dicen, al sentido:
 peaje aún sin saberlo,
 como existen caminos aunque no vamos a ninguna
parte.
Ellos se han sentado allí, mesa de por medio, con la
intención de eternidad que aturde a todo lo transitorio:
solos y a la vez acompañados,
en estado de mudanza;
condenados a buscar cómo se sale de la contradicción.
El tiempo cobrando peaje es infalible;
y yo mismo, a mi pesar, sin ser el tiempo cobro peaje:
 no soy el tiempo, pero soy el que mira.





DESPUÉS, ya veremos: por ahora
lo que conocemos del futuro es el presente.
Ese hombre afirma que nunca se irá de la ciudad;
su amigo, lo contrario: su tendencia a la huida.
Una joven, desdeñosa, se niega a perdonar.
Un hombre saca del bolsillo una entrada para el teatro.
Una muchacha, deslizada hacia la desgracia, sorbe un
café con la mirada en otra parte,
y en la mesa vecina un estudiante anticipa su porvenir.
Es fácil conocer el futuro: con sólo oír a esta gente, ya
sabemos su trama,
que no es sino una cita colectiva:
cuándo, dónde, con quién,
ese es todo el problema.





Ese hombre ha salido de la boca de un metro en erupción
y está sentado allí, apagando el humo de su ropa.

La ciudad le circula por dentro: la florista una naranja en
un charco, alguien que se aferra a un diario y siente
vértigo, un grupo chilla con una euforia dislocada;
y en todas partes, rasgos intercambiables: una cara llena
de confusiones familiares.

El olor del café es un continente invadido,
el reloj de la pared opina mudo,
el hombre cruza los brazos, recubre su impostura,
y mira a la mujer que lo acompaña.

Ella no dice nada
y apaga también el humo de su ropa:
residuos de una erupción volcánica

o, quién sabe, homenaje de la noche anterior.

Café Bretaña
Colección Visor de Poesía, Madrid, 1994.



El punto más lejano

X

Los muertos flotan cabeza
abajo en su parto a favor de la naturaleza: todos,
un solo muerto que
espera su ocasión para acoger al muerto único
que alguna vez seremos: cada uno
en diálogo continuo con el punto más lejano, que es
único
y a la vez de todos: de donde todo
viene a ser lo mismo.
Sin embargo,
cada muerto reclama su singularidad. Durante un tiempo
la reclama, obsesionado a fondo por su estado; y aquí estamos nosotros
para dársela: que ese muerto se explique, a ver
si de paso nos explica a los demás.
Dos amantes surgen de la marejada, atados
a la misma suavidad: ellos ¿quiénes
somos? ¿quiénes, él y ella,
somos en la crepitación del agua? ¿hasta dónde
hemos llegado con la desgarradura
de un amor que, por lo visto,
era eterno? Dos,
consumidos por la misma premura, y tan unidos
desbordan lo previsto
que aquí estamos recibiéndolos con sílabas, mejorando
para ellos la caligrafía,
tomando notas, removiendo los mismos materiales como si no
fuéramos todos
otra cosa que dos, haciendo
el mismo ruido.
Haciendo
ruido
saca otro muerto la cabeza: dice palabras, pero
no está pendiente de que las escuchemos: habla
como suena la tormenta, el mar
o un efecto de la naturaleza: y el juego acaba ahí,
sin moraleja. Acaba
con mostrarse,
y
en esto reside su poder: el enorme poder
de ser quien es,
sin más deberes: un irlandés que, según dicen, cruzaba unitarios de
una costa a otra con su barco, con un catalejo que yo he visto y
una manera de mirar el abra que no he visto pero
que recibo en mi casa.
¿Y adónde
quiere hacer llegar su queja
ese otro que, apareciendo en su carácter, quiere dar sentido a lo que tal vez no tiene?
¿Adónde esa mujer que, después de muerta, se pinta los labios; el que
rompe la cuerda destemplada, siendo la única que aún conserva su
guitarra;
el que mide la distancia recíproca entre silla y silla: entre esa silla
en la niebla
y por ejemplo ésta, donde me siento yo?
Lo bueno de estas cosas es que nadie interrumpa, que nadie
acorte distancia, hable
o calle antes de tiempo, perturbe con su actividad;
lo bueno, sabiendo que de esta intensidad solo podemos conocer el sitio
y el despliegue del tiempo: conocer
el instante.
Lo bueno, entonces: dejar que esta multitud de apariciones,
ajada antes de tiempo,
traiga el alivio de saber que en alguna parte está trazado el límite.
Esa mujer negra con una hoja enorme en la cabeza, ¿se protege del
sol que ya no existe para ella
o que ha cambiado de lugar?
El que habla solo en la puna, ¿busca qué compensación, jadeando
sin pulmones, sin la lengua afuera: sin tener siquiera afuera?
El tren de carga fantasmal que cruza por el sueño, inmóvil en la
mañana sucia del andén, ¿prefiere la velocidad del sueño o
la somnolencia fija del andén?
El que vive, pero poco: lo contrario
del que muere su muerte con convicción,
¿reivindica su existencia escasa
antes de desaparecer?
Entre dos
compensaciones flotan los muertos: vida
referida a la vida;
muerte, a la muerte.
Lo que ya no existe es el vínculo,
salvo nosotros que, único
vínculo a mano, aunque mal equipado,
discutimos con ellos para no ser su frontera;
y en esta discusión nos vamos entendiendo.

Santiago Sylvester 
El punto más lejano
Ediciones Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2011.



Santiago Sylvester, reconocido poeta y narrador argentino, nacido en Salta en 1942. Es autor de dos antologías de la poesía del Noroeste Argentino. Dirige la colección Pez Naufrago, de poesía, en Ediciones del Dock, y codirige la colección Escritores Argentinos de EUDEM, Editorial de la Universidad Nacional de la Plata.

Javier Adúriz calificó su poesía como “silogismo conversado” y él suele decir “me he pasado la vida escribiendo poesía porque hay algo mío que no está donde yo estoy”.

En la poesía de Santiago Sylvester  la historia natural,  la vida,  con sus anuncios acá y allá, el paisaje urbano, la naturaleza, la muerte,  la conjetura de la angustia fluyen como las aguas de un río cristalino “… Aquella frase de María Zambrano de “las palabras se juntan en formas que hacen abrirse un espacio antes inaccesible”  en  la poesía de Santiago Sylvester  se cumple con un tinte casi filosófico no exento de esplendente ironía, “no hay morada hay / intensidad: lugar donde se siente".

Libros de poesía publicados : El aire y su camino, 1966; Esa frágil corona, 1971; Palabra intencional, 1974; La realidad provisoria, 1977; Libro de viaje, 1982; Perro de laboratorio, 1987; Entreacto, antología de la colección ICI-Quinro Centenario de Madrid, 1990; Escenarios, 1993; Café Bretaña, 1994; Antología poética, en la colección Poetas argentinos contemporáneos, del Fondo Nacional de las Artes, 1996; Número impar, 1998; El punto más lejano, 1999, 2011; Los casos particulares, 2014.

Algunos de sus premios: Internacional de Poesías Gil de Biedma por "Café Bretaña", que además mereció el Premio Nacional de Poesía, premio Sixto Pondal Ríos -de la Dirección de Cultura de Salta- y el del Fondo Nacional de las Artes en dos oportunidades.