TABLA RASA


II

Como una trama que se teje y desteje,
entre agujas, es el poema. Allí crece
y se aburre y en un punto decae.
Entonces vuelta, hilo con hilo, nudo,
choque de agujas para mangas desiguales,
largos desparejos.

El poema no quiere ajustarse al cuerpo,
repetirlo, calcar; el poema quiere
coser y entrelazar insomne, disonante,
el mundo. Y yo.



III

En su preciso momento el recuerdo decae;
muere el recuerdo más pleno y declina
el hábito, la comodidad de nombrar,
si se puede, algo.
Con los brazos bajos y los ojos sordos
un pez inaugura en el agua del pensamiento
una memoria aturdida, un recuerdo falso
que se escribe.




En la ventana

Los patos, al amanecer, se van. En vuelo
despiden el agua, la escarcha, el musgo.
Los patos son como peces tranquilos
que no creen en el anzuelo; son patos,
solos, y sólo saben de la escopeta que mira;

por eso vuelan hacia ninguna parte, por eso
golpean, como a una puerta, el aire.



Tabla rasa
Jorge García Sabal
Ediciones del Dock, 1991.
Premio de poesía 120 aniversario La Nación 1990.



Jorge García Sabal (1948 - 1996) Poeta argentino. Publicó: El Fuego de las aguas, 1979 (Premio Fondo Nacional de las Artes, 1978); Figura de baile, 1981; Mitad de la vida, 1983 (Primer premio Certamen de Poesía “Miguel Hernández”,1982); Lugares propios, 1987; Tabla Rasa, 1991 (Premio “La Nación”, 1990); Satura. 1994; Antología Poética, 1996.

"La palabra de Jorge García Sabal participa con valiosos rasgos personales del supremo trabajo de la poesía para obtener un orden feliz de la apariencia, es decir, de la opacidad del mundo..."
"...Esta respiración tenue del verso, sin embargo, es capaz no sólo de vehiculizar los diversos gestos de un pensar apasionado sino también de revelar lo terrible. El mundo es descubierto en sus realidades esenciales, en sus sustancia drámatica. He aquí, pues, una hazaña artística que consiste en crear imágenes sin explicar la idea específica, nombrando, envolviendo y a la vez develando las cosas sin comentarlas".
Joaquín O. Giannuzzi

Tomado del prólogo de Tabla Rasa

Ilustración: Leopoldo Novoa
  

Desnudos de Bonnard de Raymond Carver




Desnudos de Bonnard

Su mujer. La pintó cuarente años.
Una vez y otra. El desnudo del último cuadro
tan joven como el desnudo del primero. Su mujer.

Él la recordaba joven. Cuando ella era joven.
Su mujer en el baño. En el tocador
delante del espejo. Desnuda.

Su mujer con las manos bajo los pechos
mirando el jardín.
El sol dispensando calidez y color.

Todas las cosas vivas florecen allí.
Ella es joven y trémula y muy deseable.
Cuando murió, él pintó un poco más.

Unos cuantos paisajes. Luego murió.
Y fue colocado junto a ella.
Su joven esposa.


"Bajo una luz marina"
Raymond Carver
Trad. Mariano Antolín Rato
Volumen CCLII de la colección Visor de Poesía
Imagen: "Desnudo azul" de Pierre Bonnard




"ARTE POÉTICA" DE FRANCISCO MADARIAGA




Los juegos de la playa

Una juventud huía alegre hacia los campos de gracia.
Inútil hubiera sido corresponder a esa hermosura sin intentar esa lascivia con un agua encendida en
                         las paredes del alma,
con una veloz carrera de soldado hacia las márgenes del mar.
Y un envilecimiento radiante del deseo.



Arte poética

No podríamos sostenernos con esta piel y este polvo gemebundo, guitarrera de grandes desgracias. Sólo no hay trampa para la orden de hacer fuego hasta que todo arda.
Los puentes están artillados y sólo cruzan caballeros blancos vestidos con el aire de un muerto
                          que posee la victoria final.
Totalmente entorpecidos por la belleza de su sangre.



Los viajes reales

Sólo los amores podían reclinarme sobre su propio arpegio real de inocencia y de incendio.

Los fuegos de las graciosas trístisimas cuyo rostro se enciende y se apaga a la entrada de los túneles con puertas de manzano.



Rieles borrados

Uno de esos grandes trenes cargueros abrazados por las lonas, vomitando un celeste desequilibrio.

Un tren que se sepulta cuando ama los terrosos países, corre por las orillas del invierno en verano.

Esta jaula de gritos que arde y se entierra en las colinas con su propio valor de viajero cautivado
             por la vida, y sobre todo, arrasa con nosotros: arrollado en su espalda con sus gritos       
             tristísimos.



Francisco Madariaga 
CRIOLLO DEL UNIVERSO y otros poemas
Centro Editor de América Latina
Imagen: Luis Debairosmouras

Francisco Madariaga, (1927-2000). 

Acceso al blog del poeta: http://franciscomadariaga.blogspot.com.ar/






ANIMALES DEL AZAR DE JUAN GELMAN (PRÓLOGO Y SELECCIÓN DE JORGE BOCCANERA)





Paredes


La alfombra conoce
la suciedad que dejamos caer, polvo
a veces poco visible
como la nada que
espera cada día. ¿De qué
estás hecha y tus
dolores al crepúsculo
que no suspenden el color?
Pareces un castigo
que no se puede barrer.
Hay que subir paredes
del amor
por las paredes de uno
y devolver las joyas.

de "Atrasálante en su porfía"





El problema

la luna llora en un rincón y piensa
que el ala del dolor pesa más que el dolor
y la lleva de aquí para allá, 
del dedo lastimado al espacio
donde el sol rueda.
Ella es más que lo ve
y la dura luna mira
en la piel de la niña un verano
donde todo crece.
Nadie abriga su cabelleras de fugas.
Ella vive contra la mutilación,
tan pequeña ahí.
Cada lágrima es un problema
sin solución.
                                                                               A Andreíta

de "Valer la pena"





Barrer

No terminamos.
No terminamos de barrer
la falsa épica de símbolos que
nada tienen que ver con panes solos.
No terminamos.
Todavía nos caen los silencios
del incesto del padre y madre con
nuestro espíritu pobre.
Avenidas de arena,
no hay agua en su virtud.
Lo afuera gira sin estilo
bajo la uña lunar. El universo
debería empezar en platos rotos,
teléfonos, ancianas ocupadas
en todo lo que niega. Así
se abrirán las moradas del esplendor confiado
en el nacer del no nacer.
Una esperanza hambrienta vuela
a su animal espléndido.
Cruces que hubo y habrá,
ciudades
que no terminamos de hacer,
sueños
que no terminamos de hacer
el desamparo que
cava terruños de sí mismo.

De "El emperrado corazón amora"

Juan Gelman
ANIMALES DEL AZAR
Antología poética
Selección y prólogo Jorge Boccanera

 

El nombre de Juan Gelman figura como imprescindible en el canon de la poesía escrita en español.

"La poesía de Juan Gelman -una de las propuesta más originales y reveladoras de los últimos tiempos- respira en el centro mismo de lo humano y va urdida con la música de las preguntas y las marcas de una intensidad que alberga por igual, dramatismo y anhelo". 
                                                                                                       Jorge Boccanera

"Cuando Juan se pregunta se diría que nos está incitando a volvernos más lucidamente hacia el pasado para después ser más lúcidos frente al futuro; una manera a la vez reflexiva e intuitiva de buscar lo que de veras somos". 
                                                                                                      Julio Cortázar

Tomado del prólogo de "Animales del azar", Antología de Juan Gelman publicada en el marco del festival Revueltas 2012.

 
Libros publicados:
Violín y otras cuestiones (1956), El juego en que andamos (1959), Velorio del solo (1961), Gotán (1962), Cólera buey (1964), Traducciones III. Los poemas de Sydney West (1969), Fábulas (1971), Relaciones (1973), Hechos y relaciones (1980), Si dulcemente (1980), Citas y Comentarios (1982), Hacia el Sur (1982), Com/posiciones (1986), Interrupciones I (1986), Interrupciones II (1988), Anunciaciones (1988), Carta a mi madre (1989), Salarios del impío (1993), Dibaxu (1994), Incompletamente (1997), Valer la pena (2001), País que fue será (2004), Mundar (2007), De atrásalante en su porfía (2009), Bajo la lluvia ajena (2009), El emperrado corazón amora (2011).

 




Teorías sobre la literatura de ficción de Alfredo Veiravé




Aunque la idea no es mía esto no es un plagio en
realidad
porque la poesía no se hace con ideas ni tampoco
tocando el violín
      pero lo cierto el que el año pasado en México
                                                         Distrito Federal
donde viven los chilangos
conocí a un señor con bigotes (mexicanos) y ceceoso
que estaba para jubilarse como personaje de algunas
                                                       novelas o cuentos   
    que explicaba muy orondo a la hora del desayuno:
    que el había trabajado en uno de esos relatos
    fantásticos de Praga
    haciendo de cuchara y que al autor y al él mismo
    les había ido
    bastante bien según decía con orgullo o fingida
    indiferencia;
y que en otra historia había trabajado de cazador de
                                                                   codornices
   en el bosque
y que la señora dueña de casa lo visitaba en el “cottage”
    con insistencia (desnuda) y se acostaba con él bajo
    la lluvia.
    a espaldas de su marido paralítico
    aunque ambos hablaban en inglés.
Ahora trataba de jubilarse decorosamente y exhibía
    esos libros
    como prueba de situación de revista
como los empleados a sueldo que han cumplido
la edad Kafkiana de su retiro más previsible, antes de
                                                                      la muerte.
No le quise arruinar ese orgullo casero
porque lo vi muy viejo y cansado,
      pero a punto estuve de decirle que como poeta yo
      había trabajado
      en el Canto General entre los conquistadores de
                                       América, al lado de Neruda.
      O mejor todavía que yo también estaba enterrado
      en el cementerio de Spoon River aunque el Marmolejo
      se había olvidado de poner mi nombre entre las lápidas.


Cosas como esas que a uno se le ocurren como
      conducta en los velorios
      cuando el muerto se ha quedado solitario
      tristemente solo
            entre las flores de la madrugada,
      o entras reuniones de profesores donde se barajan
       lúcidas teorías científicas sobre la literatura de
                                                                                ficción
o sobre la metamorfosis de los géneros desde
                                                Apuleyo o Cervantes
        hasta Milan Kundera.





Materias didácticas del fuego
                                
                                                                             1
"Los troncos grandes son más díficiles de encender
 pero duran después, mucho más tiempo que los
 pequeños".
       .               
        Por analogía, estallan los fuegos de artificio y
                                                     mueren en
       las noches de San Juan; permanecen en cambio /
                                                               los
       héroes espontáneos de la autocrítica inflexible
                                             ¿acaso un Valéry,
       un Rilke, un Molinari?: el placer del tejido
       que se hace y se deshace, una y otra vez, en el
                                          cuerpo de Penélope.
Esto también se verifica en el sueño.
       No depende de la altura de los lapachos,
                                          carobeiras o paltas,
       sino del deseo de los círculos concéntricos /
       de las direcciones semejantes de sus vetas /
       de los patos silvestres que al gritar por las bocas
                                                        de los
       amantes ¿se pierden en el tiempo?

                                                                               2

"Un tronco solo no se enciende jamás: hacen falta 
que tengan la misma imaginación del fuego".

       Después, cuando se juntan con la misma ansiedad,
                                                   todas las luces
       de la pista de aterrizaje, se encienden,
       y los aeropuertos, y los supermercados, y las
                                            ciudades modernas,
       refulgen y provocan multitudes: energías,
       atracciones físicas, su mano que acaricia
       el lomo de los potros en celo, el mito
       de un Jano en el desierto, que ya no son dos (2)
       sino tres (3)
enigmáticos números pares o impares que brillan en el
                                                        fuego
del Paraíso, donde Adán y Eva devoran la manzana
                                                 del instante.

                                                                         3

"Para que el fuego se encienda debe ser mirado y
                                               acompañado".

       Ver como crece de una frágil ramita, de una piña
                                                        del pino,
       de un cabello de mujer, oculto en el humo, que
       de pronto
       estalla en lenguas movedizas.
El poema también sirve para mirar; para ver en él, lo
                                                 que no está
       escrito todavía.
       Metáforas de la soledad o la alegría del idioma, el
                                                            picaflor
       que introduce su pico en la flor roja, agitándola.
       Los años compartidos, al despertar, las chispas
                                                        saltarinas.

                                                                             4

"Nunca hay que apurarlo." Él tiene su tiempo, como
                                                      el amor.
       Según los tratados de los alquimistas, fundadores de
la química moderna,
                                                         el fuego
       se encuentra en todas partes: en el oro, en las hojas
                                                       del papiro,
       en tus costillas de mujer / en el cautiverio
       de las moléculas que se atraen. Por eso
       hay que vigilarlo de cuclillas, como hace el inventor
de las trasmutaciones;
       cuando de rodillas, reclina la cabeza y se adormece
       en la curva, tensa de tu vientre redondo; tibio
       nido de mujer, fuera de la historia.

                                                                              5

"Para reencender el fuego hay que sacar todas las
cenizas del día
anterior y elegir de esa memoria las pequeñas o
juntarlas."
       Si uno sabe esperar, el ciclo recomienza, la llama se
propaga,
       pero no imprevistamente: un humo denso, una
                                                             ráfaga
       como de tormenta con sus remolinos de furia
                                                        contenida
       el brillo de los ojos, un cambio en la conciencia
       del trapecista que camina por la cuerda tensa,
       preceden al estallido del amor.
No sería extraño que a partir de ese momento
       se cumplan los mitos de la pareja
       en la desnudez del fuego.




Alfredo Veiravé
Laboratorio central
Editorial Sudamericana, 1991
Foto: Carlos Altschul

Alfredo Veiravé, (1928 -1991) Poeta, ensayista, crítico argentino.
Libros publicados: El alba, el río y tu presencia 1951),Después del alba, el ángel (1955), El ángel y las redes (1960), Destrucciones y un jardín de la memoria (1965), Puntos luminosos (1970), El imperio milenario (1973), La máquina del tiempo (1976), Historia natural(1980), Radar en la tormenta (1985), Laboratorio central (1991).
Obtuvo los siguiente premios: Faja de Honor de la SADE (1955). Premio Leopoldo Lugones de la SADE y el  Fondo Nacional de las Artes (1960 y 1963). En 1982 recibió el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía. La Academia Argentina de Letras lo designó Académico de número, con residencia en el Chaco.
Álvaro Mutis señala en lo que bien podría llamarse el post-logo de "Laboratorio Central", “Alfredo Veiravé es a mi juicio uno de los grandes de nuestra época y de nuestra lengua.”


"Primavera de soplos" de Juan L. Ortiz


(Para Hugo Gola)

…De ella, pues de ella, la respiración… de ella bajo
               la medianoche
                                 que palidecía, no?

                                 Azahares, pues
                                        de aquí…
                 estos azahares, sólo, en los cabellos de la
                 muchachita?
                 
                                  Y corría, ella, de pronto,
  corría para escapar aún a ese perfume que, muy cercamente,
                   la ceñía

                                                                          de novia…
                                   cuando hubiera querido
                  permanecer,
                                          
                                                                        todavía,
                      en soledad con el misterio que la
                  languideciera

                                                          en la otra luna
                                                  sobre un atardecer de élitros?

 Oh, amigo, nos dijimos, verdad? que ese alentar
                   ya no latía más, no,

                                                        el frío del vuelo…

  y –en silencio, tal vez- que la respiración seguía, al
                   parecer, las medidas
                                     de ese pudor al aire
        que huía de improviso y se detenía de improviso,
                                             también,
                            en un anhelo, aún,
                                              de agua…
y que la niña, a fuerza, naturalmente, de niña,
          confiaba, acaso, demasiado,
en esa cabellera que le florecía, ahora, de ella
         misma,
                         pero que la desvestía
                     al ondular, así, como desde el pistilo…
                                        y ello fuera de esa
                                        locura de seda
 que la seguía, por minutos, la seguía, ya, a ella,
                                         la seguía...
                     en una estela de mantilla...
  mientras la turbación, aquélla, bajaba y bajaba ojos
                          de niebla,
                                y no concluía de confundir
                                        y de extenuar
                              unos sentimientos de rosa…  


Juan L. Ortiz
La orilla que se abisma – Prólogo de Daniel Freidemberg
1ª ed. – Buenos Aires: Losada,2011.

Daniel Freidemberg en su impecable prólogo escribe: “(...) La apuesta es escribir como se vive, y no hay para Ortiz otro modo aceptable de vivir que hacerlo envuelto en el indefinible misterio de lo más sencillo e inmediato. En la poesía  de Ortiz no hay sólo una tensión humildísima a la naturaleza y el paisaje, sino una tarea espiritual activa.”
Leve como un sueño, anclada en una cosmovisión donde nada es estático, cada palabra suena como las aguas de un río…que no terminaré nunca, nunca, de decir.

Ya no hay olvido, nos recuerda, Freidemberg,“ (...) Los textos de Ortiz tienen en la literatura argentina la presencia que corresponde a un verdadero clásico, y poco a poco empiezan a tenerla en el mundo, a medida que sus poemas van superando las dificultades de difusión que suelen acompañar a obras como la suya”. Juanele, como lo llamaban sus amigos fue considerado por el escritor Juan José Saer como el más grande poeta argentino del siglo XX.

Obra publicada : "El agua y la noche" (1924-1932), "El alba sube..."(1933-1936), "El ángel inclinado" (1938), "La rama hacia el este" (1940), "El álamo y el viento" (1947), "El aire conmovido" (1949), "La mano infinita" (1951), "La brisa profunda" (1954), "El alma y las colinas" (1956), "De las raíces y del cielo" (1958), "En el aura del sauce" (Obras completas 1970-1971, incluye "El junco y la corriente", "El Gualeguay" y "La orilla que se abisma", hasta entonces inéditos.




                         


690 "La victoria llega tarde" de Emily Dickinson




690

La victoria llega tarde-
y se ofrece estrecha a labios helados-
endurecidos con el hielo-
para tomarlo-
qué dulce hubiera sido el gusto-
de una sola gota-
¿Dios fue tan económico?
sus metas demasiado altas para nosotros-
preparadas
a menos que cenemos en puntas de pie-
migajas- llenan una boca tan chica-
cerezas- pasa pechicolorados-
el águila con un dorado desayuno se estrangula-
Dios reserva su promesa a los gorriones
que de poquito amor- saben morir de hambre-

c. 1863



1212

Algunos dicen
la palabra muere
al ser dicha.
Yo digo que empieza
a vivir
ese día.

c. 1872?



444

Parece una vergüenza estar vivo-
cuando hombres tan valientes- han muerto-
uno envidia el distinguido polvo-
que amparó esa cabeza-

La piedra- que defiende aquel-
espartano que apartó
lo poquito de él- que nos queda
en prenda por la libertad-

el precio es grande - sublime pago-
¿Merecemos-algo-
que vive-como dólares- que se apilan
antes de obtenerse?

¿Nosotros que esperamos- valemos bastante-
para que esa perla enorme
la vida -sea disuelta- por nosotros-
en horribles juegos- de batalla?

Podrá ser-notoriedad vivir-
yo pienso que el hombre que muere-
esos desamparados-salvadores-
representan la Divinidad-

c.1862


EMILY DICKINSON
POEMAS Selección y traducción de Silvina Ocampo
1a ed.-Buenos Aires: Tusquets Editores, 2006.

EMILY DICKINSON: Poeta norteamericana (1830-1886)
Aunque la poesía de Emily Dickinson es única, se la ha comparado con poetas de la talla de William Blake. Algunos críticos la consideran precursora del Imaginismo.
Cuando el primer volumen de su poesía fue publicada en 1890, cuatro años después de su muerte, tuvo un éxito impresionante. Pasando por once ediciones en menos de dos años.




Del libro: "INCENDIOS" de RAYMOND CARVER - Traducción, Sebastian Bruzzese, Sonia Basch



Boya

En el río Columbia de Vantage,
Washington, pescábamos esturión
en los meses del invierno; mi papá Sweede-
el sr. Lingden- y yo. Ellos usaban cañas con reel,
plomadas rojas amarillas o marrones
anzuelos moscas encarnados con gusanos.
Ellos querían distancia y se iban a lo lejos
al borde de los rápidos.
Yo pescaba cerca de la orilla con una caña y un anzuelo
                                                        encarnado.

Mi papá mantenía a sus gusanos calientes y vivos
bajo su labio inferior. El señor Lingden no bebía.
Lo quise más que a mi papá durante un tiempo.
Me dejaba manejar su auto, me hacía bromas
sobre mi nombre "junior", y dijo
que un día iba a convertirme en un gran hombre, a recordar
todo esto, y a pescar con mi propio hijo.
Pero mi papá tenía razón. Quiero decir,
se quedaba callado y miraba el río
moviendo su lengua, como un pensamiento, tras el anzuelo.



Borrer

On the Columbia River near Vantage,
Washington, we fished for whitefish
in the winter months; my dad, Sweede -
Mr. Lingdgren- and me. The used belly-reels,
pencil-length simkers, red yellow, or brown
files baited maggots.
The wanted distance and went clear out there
to the edge of the riffle.
I fished near shore with quill bobber and a cane pole.


My dad kept his maggots alive and warm
under his lower lip. Mr. Lindgren didn`t drink.
I liked him better tham my dad for a time.
He let me steer his car, teased me
about my name "junior", and said
one day i´d grow into a fine man, remember
all this, and fish with my own son.
But my dad was right. I mean
he kept silent and looked into the river,
worked his tongue, like a thought, behind the bait.

Del libro: Incendios + Dónde el agua se une a otras aguas
Traducción: Sebastian Bruzzese, Sonia Basch
Edición de 90 ejemplares conmemorativos realizados artesanalmente, en el aniversario del natalicio de Raymond Carver (25 de mayo de 2010).

Raymond Carver (1938 - 1988) Poeta, escritor estadounidense adscrito al llamado realismo sucio. Los críticos lo asocian al minimalismo y le consideran el padre del realismo sucio.
En 1988, fue investido por la Academia Americana de Artes y Letras.
Libros publicados en poesía: Near Klamath (1968), Winter Insomnia (1970)
At Night The Salmon Move (1976), Where Water Comes Together with Other Water (1985), Ultramarine (1986), A New Path to the Waterfall (1989).


 

"El poeta como un pastor de abismos, II" de Juan Manuel Roca


Naturaleza muerta


Voy por la calle con mi maletín de antílope
Y mi billetera de becerro.
Calzo zapatos de toro
Y llevo un blusón rojo teñido en achote.
Toda mi ropa fue lavada por un secreto río
Y jabones de rosa.
En mis papeles rumora un viejo bosque,
Por momentos siento que
Se despereza la serpiente del cinturón.
Hay vestigios de clorofila en mis dientes.
Escribo con carboncillos de sauce.
Me pregunto qué trozo soy del paisaje.


ARENGA DEL ANTIHÉROE

Nunca llegué a sitio alguno.
Cuando algunos viajaban por el espacio
Y veían la tierra como una aldea perdida,
Yo miraba en la oscuridad de los armarios
Pequeñas lunas de alcanfor.
Mientras tantos impacientes caían en combate
O petardeaban la posición del enemigo,
Yo era humillado en oscuras oficinas de notarios.
Cuando los inventores de la máquina de sueños
Cenaban con mujeres más bellas que sí mismas,
Mi ración de orfandad me era servida,
Fría como un lenguado bajo la luna.
Mis amigos de infancia crecieron para el brillo,
Algunos son senadores que sonríen en las plazas,
Otros se hicieron hombres de industria, empresarios,
En el barco van en el área de los triunfadores.
Yo visito el mismo paisaje de casas repetidas,
Mi único guardaespaldas es el viento.
No fui de los que llenan estadios y coliseos,
Ni el cantante que puede permitirse injuriar
Al auditorio. Nunca llegué más allá de la próxima esquina.
Jamás tuve agallas para disparar contra el tirano,
No abrí un túnel para que todos salieran de la cárcel,
No fui capaz de salir durante el toque de queda,
No monté en pelo el brioso caballo de la guerra
Ni atravesé campos minados para salvar una aldea.
Me dediqué a masticar en la sombra
El pan sin levadura de todas las derrotas.
A veces me pregunto dónde andarán
Los que cambiaron de piel, de casa o de país,
Mientras bebo la misma cerveza
Mientras suena, una y otra vez,
Una canción que habla de visitar la lejanía.



DIARIO DE LA NOCHE

A la hora en que el sueño se desliza
Como un ladrón por senderos de fieltro
Los poetas beben aguas rumorosas
Mientras hablan de la oscuridad,
De la oscura edad que nos circunda.
A la hora en que el tren tizna la luna
Y el ángel del burdel se abandona a su suerte,
La orquesta toca un aire lastimero.
Una yegua del color de los espejos
Se hunde en la noche agitando su cola de cometa.
¿Qué invisible jinete la galopa?



JUAN MANUEL ROCA

Libros publicados: Memoria del agua (1973); Luna de ciegos (1975); Los ladrones nocturnos (1977); Señal de cuervos (1979); Fabulario real (1980); Antología poética (1983); País secreto (1987); Ciudadano de la noche (1989); Luna de ciegos -antología- (1990); Pavana con el diablo (1990); Prosa reunida (1993), Lugar de apariciones (2000); Los cinco entierros de Pessoa (2001) y Arenga del que sueña (2002), Cartografía memoria (ensayos en torno a la poesía) (2003), Esa maldita costumbre de morir (novela) (2003). Las hipótesis de Nadie (2005), El ángel sitiado y otros poemas (2006), Cantar de lejanía (2005) - Antología,. El pianista del país de las aguas - Junto a Patricia Durán, Tríptico de Comala - Junto a Antonio Samudio, Del lunario circense - Junto a Fabián Rendón, Diccionario anarquista de emergencia - Con Iván Darío Álvarez (2008), Testamentos (2008) y Biblia de Pobres (2009) .


“IV Festival de poesía Latinoamericana” - "La Poesía Latinoamericana Hoy" - "La galería de los nadies"

“El poeta como un pastor de abismos”


J. Boccanera abrió la entrevista refriéndose al éxito del festival y dando un panorama sobre la poesía y la vida literaria de J. M. Roca:“Una de los voces más destacadas de la poesía hispanoamericana, hoy, -dijo- con una obra profusa y una poesía basada en la imagen fulgurante, el pasaje narrativo, una mordacidad, una ironía muy peculiar y un retrato sombrío; creo que es su forma de expresar desde los márgenes a una galería de impugnados que cruzan su obra, de apartados, desterrados, negados, excluidos; personajes, el errante, el solitario, el transterrado, el divos, el aguafiestas, el incierto, el hacedor de libros y creo, que no es para nada forzado vislumbrar en el entrelineado de sus versos la zona sombría de una Colombia castigada por la violencia; de ahí, figuras grotescas que aparecen como salidas de las pinturas de Goya o del teatro esperpéntico de Valle Inclán…”

“El poeta como un pastor de abismos”
-“La expresión, el poeta es un pastor de abismos, -refirió Roca- viene suscitado por una idea que, continuamente, me asalta alrededor de la poesía, o mejor aún, de la poesía que a mi me gusta, que es la poesía como insolución, la poesía refractaria a los poderes, la poesía que de alguna manera se desgregaliza inclusive de lo ideologizante, no de lo ideológico; en ese sentido a un poeta se le presentan muchas dudas, yo creo que el poeta es un pastor de dudas, ya que la poesía no nace tanto de las certezas como de las preguntas; en ese pastoreo de abismos que es la poesía, de alguna manera me lleva a concluir, no de una manera asertiva pero intuir que un poeta es, fundamentalmente, aquel que se traduce a si mismo y que cuando logra traducirse a si mismo habita en los demás y es cuando se funda el hecho estético. Un poema no existe si, solamente, lo conoce su autor, sino cuando habita en el otro, esa preocupación por el otro, tan rambaudiana, que de alguna manera ha sido el epicentro de la lírica moderna, obliga a despersonalizar el yo poético, a lo puramente referencial e insta a mirarse a uno mismo para traducir a los demás y en ese largo camino del poeta para traducirse a si mismo para traducir a los demás padece una serie de dudas, de huecos, de vacíos, de abismos que son los que intentan de alguna manera llenar la palabra, llenar el lenguaje. Yo creo que lo más maravilloso que tiene la poesía es que nos obliga al habla justa, a buscar la palabra justa en el inmenso pajar del lenguaje, de manera que no sea la palabra puramente hueca, calcárea, como se vuelve en general cuando hablamos otro tipo de lenguaje. Poncela, dice, que hay dos tipos de lenguaje, uno es el lenguaje de emergencia que nos sirve para pedir una cerveza, para sobrevivir y el otro es el lenguaje de la esencia, que es el que nace, fundamentalmente, de la poesía, de manera que, para sintetizar la idea, el poeta pastorea esos abismos, pastorea esas dudas, pastorea sus miedos, sus fantasmas y también sus demonios, no los anula, solamente, los pastorea..."
Un eslabón de oro en esta cadena de jornadas repletas de buena poesía que es el “IV Festival de poesía Latinoamericana” que se viene celebrando en Buenos Aires y que culminará el miércoles, con lo que, seguramente, será otro de sus mejores momentos, el reportaje de Vicente Muleiro a Jorge Boccanera.

"De súbito, estalló la guerra. Se abrió como una bomba de azúcar...""



De súbito, estalló la guerra. Se abrió como una bomba de azúcar
arriba de las calas. Primero, creíamos que era juego;
después, vimos que la cosa era siniestra. El aire quedó
ligeramente envenenado. Se desprendían los murciélagos
desde sus escondites, sus cuevas ocultas caían a los platos,
como rosas, como ratones que volvieran del infinito,
todavía, con las alas.
Por protegerlos de algún modo, enumerábamos los seres y las cosas:
"Las lechugas, los reptiles comestibles, las tacitas...".
Pero, ya los arados se habían vuelto aviones; cada uno, tenía
calavera y tenía alas, y ronroneaba cerca de las nubes, al alcance
de la manos pasaron los batallones al galope, al paso. Se prolongó
la aurora quieta, y al mediodía, el sol se partió; uno fue hacia el este,
el otro hacia el oeste. Como si el abuelo y la abuela se divorciaran.
De esto ya hace mucho, aquella vez, cuando estalló la guerra,
arriba de las calas.



Bajó una mariposa a un lugar oscuro...


Bajó una mariposa a un lugar oscuro; al parecer, de
hermosos colores; no se distinguía bien. La niña más chica
creyó que era una muñeca rarísima y la pidió; los otros
niños dijeron: -Bajo las alas hay un hombre.
Yo dije: -Sí, su cuerpo parece un hombrecito.
Pero, ellos aclararon que era un hombre de tamaño natural.
Me arrodillé y vi. Era verdad lo que decían los niños. ¿Cómo
cabía un hombre de tamaño normal bajo las alitas?
Llamamos a un vecino. Trajo una pinza. Sacó las alas. Y un
hombre alto se irguió y se marchó.
Y esto que parece casi increíble, luego fue pintado
prodigiosamente en una caja.




Me acuerdo de los repollos acresponados, blancos -rosas...


Me acuerdo de los repollos acresponados, blancos -rosas
nieves de la tierra, de los huertos-, de marmolina, de la
porcelana más leve, los repollos con los niños dentro.
Y las altas acelgas azules.
Y el tomate, riñón de rubíes.
Y las cebollas envueltas en papel de seda, papel de fumar,
como bombas de azúcar, de sal, de alcohol.
Los espárragos gnomos, torrecillas del país de los gnomos.
Me acuerdo de las papas, a las que siempre plantábamos en
el medio un tulipán.
Y las víboras de largas alas anaranjadas.
Y el humo del tabaco de las luciérnagas, que fuman sin reposo.
Me acuerdo de la eternidad.



Marosa di Giorgio

Poeta uruguaya, (1934- 2004). Su obra se reunió en «Los papeles salvajes», luego, se amplió con dos volúmenes que incluyeron “La liebre de marzo”, “Mesa de esmeralda”, “La falena”, “Membrillo de Lusana” y “Diamelas de Clementina Médici”.
Recibió importantes distinciones entre las que se destacan la Beca Fullbright y el Primer Premio del Festival Internacional de Poesía de Medellín.


Sitio oficial de la poeta:http://marosadigiorgio.com.uy/


esquicio del vuelo de José Mármol


voy a dibujar un pájaro que es su mismo vuelo. y un vuelo que aún no tiene pájaro. vuelo que se crea con su pájaro. pájaro agotado en los tonos de su vuelo. no voy a dibujar un pájaro volando sino al mismo vuelo dibujándose. y en mi turno de sentirme dios. voy a crear un himno para el viento y la memoria.



 bañarse de símbolos

a la playa de las aves. de los peces distantes. de las olas vidriosas y el color de la sal. a la playa de los seres. de los niños. de los perros realengos yo no voy. me quedo en esta playa innombrable del lenguaje. en esta que inmóvil me baña de sonidos. en esta que compone. en esta que ha engendrado razones de color. en la playa de los símbolos me solazo y desgonzo. en la playa que se expande por tu boca cuando me hablas.



Deus ex machina

Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno y es invierno. Arrinconado está el tridente, una piel de ceniza cubrió las cordilleras. Señor, he aquí el canto de la luz a ti debida, en la quietud del mar y discreción tan pura de la noche infinita. He aquí a tu hijo Elfuego, ardiendo con su tacto la superficie toda y al agua seduciendo con su lengua dorada. Ved aquí, Señor, su hermanastra Elalba, hierofanta líquida, posesa de las formas. Ellos narran en su tremendo idioma las celebraciones, la obediencia y el pecado. Arrójanos tú esta vez, Señor, la semilla y el varón de la especie más sana. No lo anuncies al azar, porque deviene llanto y se alza con el tibio rumor del pavimento, y otra vez se nos pierde, nos castiga, nos repudia. Que nadie sino tú, oh Señor, esgrima esta vez el cuchillo del jifero; madure un acorde cuando la vida cese y la lluvia limpie, sorpresiva, las caderas uncidas de los copulantes. Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno de lo ineluctable. Despídelos sin miedo de tu anchurosa mano, porque a los ocho lados la suerte nada espera, y hacia la muchedumbre y el desastre apunta el cielo. Arrójalos tú, Señor, te ha llegado el turno y es ardiente verano.




Retrato de mujer

En tu boca tiembla un pájaro tirado a lo sediento. En tus dedos, templos altos de luz andan despiertos. Habla con tu voz aquel ángel seducido por una magia, un cuerpo, un vocablo insospechado. Nada por tus párpados un pez bello y fugaz, y en la negra chorrera de tu cabello tieso, un celaje de carne con alas suena y brilla. No mis ojos te dibujan, no mi trazo maculado. No mi arte la perfila; es el agua desbordante que me asalta con mirarte, untadas por imanes lascivos ambas manos, y no importa que estés muda porque hablas con tocarme. Hay entre tus pechos matices imposibles, bosques y bahías, cañaverales limpios, mojadas poblaciones, algas finas, robles, yerba. Me asomo al intocable destello de tus manos y temo que mirándome se desnude tu voz, y como San Francisco de Asís hable a las aves, y se descalce y pese mucho menos que el aire. Mujer que lleva entera una bestia por ternura. Mujer que me desalmas con tan sólo nombrarme; mas no importa si estás muda porque cantas cuando miras. En tu vientre acuna un mar con veleros erguidos, en tu pelo un surtidor de la noche se desgrana, en tu boca de nubes y pájaros me pierdo, y no importa si estás muda porque cantas cuando amas.



Estación de invierno

Nieva dentro de mí, debajo de la carne y en la pared urgente de la soledad. Afuera, sin embargo, es día claro y nieva. Yonkers es un tráfago de torpe lodo gris, de techos amarrados a un silencio indescifrable. He tomado con sigilo mi tren hacia el eterno, sin que vagón alguno respire olor humano. Minutos después, un grupo de jóvenes árabes me cerca; hablan en su lengua gutural y baldía, surcada de polvo, torbellinos y sables, pero el cántico infeliz de los rieles me ha salvado. Era tarde. Arreciaba el milagro de sobrevivir a las facas del odio y la opulencia. Oré a la niebla y al bosque de la noche: en ellos se aposenta el dominio sagrado. Ya no temo a nada en el vajido de las rocas; hoy me reconozco viajero de la muerte. Acrece la cellisca y la humedad lo es todo. Nieva todavía en el cauce de mis huesos. Afuera, sin embargo, el hielo ha disipado su imponencia letal y los niños redimen urgentes esperanzas. Nieva por los bordes de mi meditación. Hace calor aquí; el trópico me alienta con tan sólo evocarlo, y las manos desnudas de una mujer me cubren. Afuera, sin embargo, es noche honda y muerte, y mi estación no existe, y el tren no se detiene en su viaje al invierno




José Mármol, escritor dominicano, acaba de obtener el premio Casa de las Américas 2012.  Ha publicado los siguientes poemarios: El ojo del arúspice (1984), Encuentro con las mismas otredades I (1985), La invención del día (Premio Nacional de Poesía 1987), Encuentro con las mismas otredades II (1989), Poema 24 al Ozama: acuarela (plaquette con grabados de Rufino de Mingo, Madrid, 1990), Lengua de paraíso (Premio Pedro Henríquez Ureña 1992), Deus ex machina (Premio de Poesía Casa de Teatro 1994 y Accésit al Premio Internacional de Poesía “Eliseo Diego”, Excelsior, México, en ese mismo año), Lengua de paraíso y otros poemas (1997) y Criatura del aire (1999).

UN SONETO DONDE DIGO QUE MI HIJO ESTA MUY LEJOS HACE YA MAS DE UN AÑO - ANTONIO CISNEROS



-¿Ustedes tienen niños?
-Uno. Pero está en el Perú.


"Oh tu líquida y redonda habitación: la cómoda, la bien dispuesta, la armoniosa.
Y de pronto en el aire de las cuatro estaciones y los dioses: que los dioses te sean propicios".
Cuando escribí esas cosas aún estabas entre la gran vitrina donde fuiste exhibido 5 días
en competencia con los recién nacidos: "y mira esos ojazos" (tía Norma), "el más lindo de todos" (tía Inés),
y tú las ignorabas como el techo de un auto acribillado por los escarabajos voladores que mueren en el aire,
monarca de tus necesidades y el chillido de los que tienen hambre, se mojan y se embarran para honrar el planeta.
Después te llevamos al reino clase-media-acomodada de tu abuelo
-yo volví de Ayacucho sin trabajo (el haragán) hasta que otra vez fui profesor, pero en San Marcos
pagan poco y hubimos de seguir entre los cuadros de Primera Comunión y el vino controlado-
y el amor de la familia giraba y te giraba como las moscas borrachas en medio del verano.

Y cómo te arrastrabas en las 4 estaciones -"gatea muy bien para su edad"- y merodeabas la edad de la memoria
cuando el gran haragán y su mujer se metieron a un barco -50000 toneladas de hierro- que partía esa noche, y después escribió (el haragán):
"el viento soplaba y resoplaba sobre ti, nuestro recién nacido, cáscara de plátano donde pastan las moscas".

Cáncer y Capricornio fueron viejos una y otra vez y las banderas se hundieron en la arcilla como todo/los mejores caballos con la barriga abierta
-y esta lluvia que oxidó a los romanos en las tierras del Norte
me encierra entre mi caja de Corn Flakes
a escribir por las puras
sin corona de yerbas ni pata de conejo que me salven.
Al dulce lamentar de 2 pastores: Nemoroso el Huevón, Salicio el Pelotudo.

marzo 1968



Antonio Cisneros

Canto ceremonial contra un oso hormiguero
(Premio Poesía 1968 Casa de las Américas)
El dibujo que precede el poema pertence al artista: Andrés Palomo



Hombre, donde tú estás, dónde tú vives permaneceremos todos





Amanecer

¿Qué se hace a la hora de morir? ¿Se vuelve la cara a la pared?
¿Se agarra por los hombros al que está cerca y oye?
¿Se echa uno a correr, como el que tiene
las ropas incendiadas, para alcanzar el fin?

¿Cuál es el rito de esta ceremonia?
¿Quién vela la agonía? ¿Quién estira la sábana?
¿Quién aparta el espejo sin empañar?

Porque a esta hora ya no hay madre y deudos.
Ya no hay sollozo. Nada, más que un silencio atroz.
Todos son una faz atenta, incrédula
de hombre de la otra orilla.

 Porque lo que sucede no es verdad.


Desamor

Me vio como se mira a través de un cristal
o del aire
o de nada.

Y entonces supe: yo no estaba allí
ni en ninguna otra parte
ni había estado nunca ni estaría.

Y fui como el que muere en la epidemia,
sin identificar, y es arrojado
a la fosa común.


Presencia

Algún día lo sabré. Este cuerpo que ha sido
mi albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba.
Esto que uní alrededor de un ansia,
de un dolor, de un recuerdo,
desertará buscando el agua, la hoja,
la espora original y aun lo inerte y la piedra.
Este nudo que fui ( de cóleras,
traiciones, esperanzas,
vislumbres repentinos, abandonos,
hambres, gritos de miedo y desamparo
y alegría fulgiendo en las tinieblas
y palabras y amor y amor y amores)
lo cortarán los años.
Nadie verá la destrucción. Ninguno
recogerá la página inconclusa.
Entre el puñado de actos
dispersos, aventados al azar, no habrá uno
al que pongan aparte como a perla preciosa.
Y sin embargo, hermano, amante, hijo,
amigo, antepasado,
no hay soledad, no hay muerte
aunque yo olvide y aunque yo me acabe.
Hombre, donde tú estás, donde tú vives
permaneceremos todos.


Agonía fuera del muro

Miro las herramientas,
el mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
sudan, paren, cohabitan.

El cuerpo de los hombres, prensado por los días,
su noche de ronquido y de zarpazo
y las encrucijadas en que se reconocen.

Hay ceguera y el hambre los alumbra
y la necesidad, más dura que metales.

Sin orgullo (qué es el orgullo? ¿Una vértebra
que todavía la especie no produce?)
los hombres roban, mienten,
como animal de presa olfatean,
devoran y disputan a otro la carroña.

Y cuando bailan, cuando se deslizan
o cuando burlan una ley o cuando
se envilecen, sonríen,
entornan levemente los párpados, contemplan
el vacío que se abre en sus entrañas
y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.

Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
gente a quien compartir es imposible.

No te acerques a mí, hombre que haces el mundo,
déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
de algo peor que vergüenza.

Yo muero de mirarte y no entender.

Rosario Castellanos
“Poesía no eres tú”, 1948-1971, Fondo de
Cultura Económica, Letras Mexicanas, México, 1972.