(Para Hugo Gola)
…De ella, pues de ella, la respiración… de ella bajo
la medianoche
que palidecía, no?
Azahares, pues
de aquí…
estos azahares, sólo, en los cabellos de la
muchachita?
Y corría, ella, de pronto,
corría para escapar aún a ese perfume que, muy cercamente,
la ceñía
de novia…
cuando hubiera querido
permanecer,
todavía,
en soledad con el misterio que la
languideciera
en la otra luna
sobre un atardecer de élitros?
Oh, amigo, nos dijimos, verdad? que ese alentar
ya no latía más, no,
el frío del vuelo…
y –en silencio, tal vez- que la respiración seguía, al
parecer, las medidas
de ese pudor al aire
que huía de improviso y se detenía de improviso,
también,
en un anhelo, aún,
de agua…
y que la niña, a fuerza, naturalmente, de niña,
confiaba, acaso, demasiado,
en esa cabellera que le florecía, ahora, de ella
misma,
pero que la desvestía
al ondular, así, como desde el pistilo…
y ello fuera de esa
locura de seda
que la seguía, por minutos, la seguía, ya, a ella,
la seguía...
en una estela de mantilla...
en una estela de mantilla...
mientras la turbación, aquélla, bajaba y bajaba ojos
de niebla,
y no concluía de confundir
y de extenuar
unos sentimientos de rosa…
Juan L. Ortiz
La orilla que se abisma – Prólogo de Daniel Freidemberg
1ª ed. – Buenos Aires: Losada,2011.
Daniel Freidemberg en su impecable prólogo escribe: “(...) La apuesta es escribir como se vive, y no hay para Ortiz otro modo aceptable de vivir que hacerlo envuelto en el indefinible misterio de lo más sencillo e inmediato. En la poesía de Ortiz no hay sólo una tensión humildísima a la naturaleza y el paisaje, sino una tarea espiritual activa.”
Daniel Freidemberg en su impecable prólogo escribe: “(...) La apuesta es escribir como se vive, y no hay para Ortiz otro modo aceptable de vivir que hacerlo envuelto en el indefinible misterio de lo más sencillo e inmediato. En la poesía de Ortiz no hay sólo una tensión humildísima a la naturaleza y el paisaje, sino una tarea espiritual activa.”
Leve como un sueño, anclada en una cosmovisión donde nada
es estático, cada palabra suena como las aguas de un río…que no terminaré nunca, nunca, de decir.
Ya no hay olvido, nos recuerda, Freidemberg,“ (...) Los textos de Ortiz tienen en la literatura argentina la presencia que corresponde a un verdadero clásico, y poco a poco empiezan a tenerla en el mundo, a medida que sus poemas van superando las dificultades de difusión que suelen acompañar a obras como la suya”. Juanele, como lo llamaban sus amigos fue considerado por el escritor Juan José Saer como el más grande poeta argentino del siglo
XX.
Obra publicada : "El agua y la noche" (1924-1932), "El alba sube..."(1933-1936), "El ángel inclinado" (1938), "La rama hacia el este" (1940), "El álamo y el viento" (1947), "El aire conmovido" (1949), "La mano infinita" (1951), "La brisa profunda" (1954), "El alma y las colinas" (1956), "De las raíces y del cielo" (1958), "En el aura del sauce" (Obras completas 1970-1971, incluye "El junco y la corriente", "El Gualeguay" y "La orilla que se abisma", hasta entonces inéditos.