ENRIQUE MOLINA, "ENTRE LOS GRANDES SECRETOS DEL SUEÑO"





DESCENSO AL OLVIDO

¡Oh!, he aquí los muertos, sentados,
inmóviles alrededor del Tiempo;
adorando su pálida, eterna hoguera,
extrañamente sombríos en su reunión solitaria
Ahí están, invadidos por mañanas mentidas;
poblados por húmedas músicas, por tenaces cigarras.
Sobre ellos el cierzo ha pesado, y sus gestos de antaño,
sus cuerpos de vapor,
se condensan de pronto en alargadas lluvias
No; no hables un idioma olvidado.
No pronuncies tu nombre.
Que no giren con letal lentitud la borrada, tormentosa
cabeza.
Que no te reconozcan sus huecos corazones comidos por
los pájaros.

LA VOLUPTUOSIDAD DE LAS AVES MIGRATORIAS

Tan lejos de la felicidad de las familias
Como la mendiga que riega los geranios con un líquido
fosforescente
Como los pies de la aventura sobre el nácar de lo
imprevisto
Nos amamos en la casa que corta todo lazo
Un lugar de hierros al rojo
Hierro de canciones de mar de náufrago de golpe de
sueños contra los arrecifes de cocina ennegrecidos
por el uso
y las lámparas colgando de los mástiles de la techumbre
Con el secreto de las aves migratorias y el viento que
provoca una sed inextinguible en esas cabezas de
fuego cercenadas sobre un haz de leña
Siempre rodeados de tentáculos marinos ramificados sobre
el lecho
Pues allí palpitaban como un diamante vivo todos los
espejismos del ocio
En esos pianos de la marea llenos de plantas oceánicas
cuyo perfume es la música de la nostalgia
y en una ampolla de cristal sobre el estrépito de los
muelles a cada partida licuaban su sangre las
reliquias de la noche venerada por los amantes
¡Oh Dios mío!
Demasiado feroces demasiado azuzados

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Bien sé cómo es ella, secreta y perversa
como un ángel del bosque, se hunde
en mi sangre, canta en la noche
como un río que corre debajo de las piedras.
Pero lo que invoca, lo que rescata,
está más allá de la piedad de sus besos,
vasto como el sueño, tormentoso
como su cuerpo lascivo.
Lo que se alcanza de sus confesiones
desnuda los deseos, súplicas, un vuelo
hacia cuerpos solares en un cielo mortal.
El viento es tibio en sus cabellos,
en su garganta herida. Todo en ella
es insomne como su latido desdeñoso,
consagrado a las grandes singladuras de Ahab.
Nunca llegará donde la esperas, en una quemadura,
en un altar demente de memorias perdidas
o aves migratorias. Nunca llegará.
Cuando trae la bebida de los náufragos.
Se escurre
entre los grandes secretos de su sueño.


Enrique Molina (1910-1997) Poeta argentino, Pintor, Viajero incansable, aunque poco se haya estudiado su obra, es considerado por muchos como uno de los poetas más importantes de la lengua española.

En 1934, recién recibido de abogado se embarcó, tal vez, queriendo poner distancia con un entorno familiar que lo asfixiaba, aunque, mucho años después, una noche de 1989, en Madrid, Juan Malpartida le haya oído decir que la primera memoria que guardaba de la poesía era de su padre recitándole a Zorrilla y su música se le había quedado impregnada para siempre.

Molina hizo largas travesías durante seis o siete años trabajando como marino mercante en el Caribe y en Europa. Residió en España, Chile, Ecuador, Bolivia, Brasil, Perú. Fundó en 1952, con Aldo Pellegrini, la revista "A Partir de Cero". Identificado con las ideas y los fines del movimiento surrealista, fue uno de sus más destacados cultores, aunque en su obra no refleje el automatismo puro. “Toda mi obra está colocada bajo el signo del deseo, de la aventura y es una especie de desesperada acción de gracia por el esplendor tantalico del mundo”, dijo alguna vez.

Seguramente, por afinidad, Enrique Molina,  tradujo la edición de Visor de Poesía, "Prosa del Transiberiano" de Blaise Cendrars. También tradujo "Casanova, el anti-don Juan", de Felicien Marceau, "El amor loco", de Breton. y junto a Oliverio Girondo hizo una versión de "Una temporada en el infierno".

Su poesía está hecha de mares, naufragios, cuartos de hoteles, amantes vagabundos, espacios carcomidos por la naturaleza, erotismo y una avidez constante en estado de asombro. El cuerpo humano desborda, reverbera en geografías impensadas:“Mi brazo de mar no cabe en la cocina mi otra mano del Golfo de México tiene una fosforescencia de travesía y un garfio de estibador clavado en la palma y se abre como un  delta para derramar su reguero de luciérnagas y estremecimientos”.

Obra Poética: Las cosas y el delirio, 1941; Pasiones terrestres, 1946; Costumbres errantes o la redondez de la Tierra, 1951; Amantes antípodas, 1961, Fuego libre, 1962; Las bellas furias, 1966; Monzón Napalm, 1968; Los últimos soles, 1980. En 1966 realizó una antología de su obra en Hotel Pájaro y, en 1978 se conoció una edición de sus obras hasta entonces completas.


Premios: Gran Premio Fondo Nacional de las Arte, 1992; el Premio de Poesía Pérez Bonalde,1993 y Premio Konex de Platino en 1994.


Fuente consultada: Seminario: "Voces de la poesía latinoamericana" / Jorge Boccanera /  Universidad Nacional de San Martín.
Imagen: Collage de Enrique Molina


Jorge Luis Borges y su paso por el ultraísmo



ALDEA


Las esquilas reúnen la tristeza dispersa de los crepúsculos. El cielo está vacío.

Lápida de un silencio serio sobre el nihilismo ecuánime de la jornada.

Las fluviales lenguas frescas del viento lamen mis manos y mejillas.

En la barbería el reloj —sexagenario sistemático— sigue jugando al solitario con los minutos.

Ante la hipnosis rectilínea del caserío y curvilínea del camino y los montes, Sureda y yo somos las dos pirámides del pueblo. Culminantes sobre la democracia geométrica y encarrilada.

Apoyadas en la baranda nuestras manos tocan el piano de colores del paisaje.

En la caja del piano está enterrado Wagner. A veces se despierta y canta en la tumba. En la caja del cráneo saltan entonces crímenes crucifixiones golpes de estado pronunciamientos piras fornicios y pluralizados suicidios.

Hasta que nos estruja un flaco silencio sin entorchados ni estandartes.

Los acordes histrionizan las acumuladas angustias.

El aqueducto tiende su espinazo polvoriento de sol.

El trasnochador dejó dos palanganas llenas de sueño.

Los badajos ultiman otra jornada.

Los párpados picotean la madeja de viento y polvo.

El Sol que talaron los leñadores rueda a ras de los campos.

Las noches náufragas han tapado el aljibe.

Aguijoneando nuestro insomnio vuelan aureolas de nerviosos insectos.

Los árboles donde se diluye la fiebre del farol son árboles de teatro.

Durante la misa un perro menea la cola.

Incensario cuyo optimismo biológico asciende —único— a esa altitud azul donde reposa Dios
y cantan los pajaritos.




JORGE- LUIS BORGES
Revista Ultra, Año I, Número 2, Madrid febrero 1921

“Durante años y años Borges estuvo presente como un alto pino o un rosal cubierto de nieve / cuyo interior fuera un fuego impasible, una llama cristalizada,/ un vértigo nacido de la indescifrable condición del universo.”,  expresaba Enrique Molina en la primera parte de su poema Borges y reflejaba el sentimiento de muchos de los que seguimos leyendo a Borges.

Este poema lo escribió Borges cuando residía en Mallorca y colaboraba con algunas frases en la novela "El caudillo", que estaba escribiendo su padre. Por esos años rompe "Psalmos rojos o Ritmos rojos” (colección de poemas -unos veinte en total- en verso libre y en homenaje a la revolución rusa (1918 y 1919). 
De regreso a Buenos Aires, además de escribir poemas ultraístas, firma su manifiesto, teoriza en artículos vehementes y junto a González Lanuza y Francisco Pinero, armados de tarros de goma y de brochas que aportaba su madre, caminaba a lo largo de millas pegando en las calles Santa Fé, Callao, Entre Ríos y México, éste y otros poemas impresos en la hoja mural de "Prisma", según lo cuenta Emir Monegal, en su voluminosa biografía: Jorge Luis Borges, "A literary biography" (1987); aunque pronto abandonará el ultraísmo, considerando que éste había incurrido "en otra objetable retórica".