"El poeta como un pastor de abismos, II" de Juan Manuel Roca


Naturaleza muerta


Voy por la calle con mi maletín de antílope
Y mi billetera de becerro.
Calzo zapatos de toro
Y llevo un blusón rojo teñido en achote.
Toda mi ropa fue lavada por un secreto río
Y jabones de rosa.
En mis papeles rumora un viejo bosque,
Por momentos siento que
Se despereza la serpiente del cinturón.
Hay vestigios de clorofila en mis dientes.
Escribo con carboncillos de sauce.
Me pregunto qué trozo soy del paisaje.


ARENGA DEL ANTIHÉROE

Nunca llegué a sitio alguno.
Cuando algunos viajaban por el espacio
Y veían la tierra como una aldea perdida,
Yo miraba en la oscuridad de los armarios
Pequeñas lunas de alcanfor.
Mientras tantos impacientes caían en combate
O petardeaban la posición del enemigo,
Yo era humillado en oscuras oficinas de notarios.
Cuando los inventores de la máquina de sueños
Cenaban con mujeres más bellas que sí mismas,
Mi ración de orfandad me era servida,
Fría como un lenguado bajo la luna.
Mis amigos de infancia crecieron para el brillo,
Algunos son senadores que sonríen en las plazas,
Otros se hicieron hombres de industria, empresarios,
En el barco van en el área de los triunfadores.
Yo visito el mismo paisaje de casas repetidas,
Mi único guardaespaldas es el viento.
No fui de los que llenan estadios y coliseos,
Ni el cantante que puede permitirse injuriar
Al auditorio. Nunca llegué más allá de la próxima esquina.
Jamás tuve agallas para disparar contra el tirano,
No abrí un túnel para que todos salieran de la cárcel,
No fui capaz de salir durante el toque de queda,
No monté en pelo el brioso caballo de la guerra
Ni atravesé campos minados para salvar una aldea.
Me dediqué a masticar en la sombra
El pan sin levadura de todas las derrotas.
A veces me pregunto dónde andarán
Los que cambiaron de piel, de casa o de país,
Mientras bebo la misma cerveza
Mientras suena, una y otra vez,
Una canción que habla de visitar la lejanía.



DIARIO DE LA NOCHE

A la hora en que el sueño se desliza
Como un ladrón por senderos de fieltro
Los poetas beben aguas rumorosas
Mientras hablan de la oscuridad,
De la oscura edad que nos circunda.
A la hora en que el tren tizna la luna
Y el ángel del burdel se abandona a su suerte,
La orquesta toca un aire lastimero.
Una yegua del color de los espejos
Se hunde en la noche agitando su cola de cometa.
¿Qué invisible jinete la galopa?



JUAN MANUEL ROCA

Libros publicados: Memoria del agua (1973); Luna de ciegos (1975); Los ladrones nocturnos (1977); Señal de cuervos (1979); Fabulario real (1980); Antología poética (1983); País secreto (1987); Ciudadano de la noche (1989); Luna de ciegos -antología- (1990); Pavana con el diablo (1990); Prosa reunida (1993), Lugar de apariciones (2000); Los cinco entierros de Pessoa (2001) y Arenga del que sueña (2002), Cartografía memoria (ensayos en torno a la poesía) (2003), Esa maldita costumbre de morir (novela) (2003). Las hipótesis de Nadie (2005), El ángel sitiado y otros poemas (2006), Cantar de lejanía (2005) - Antología,. El pianista del país de las aguas - Junto a Patricia Durán, Tríptico de Comala - Junto a Antonio Samudio, Del lunario circense - Junto a Fabián Rendón, Diccionario anarquista de emergencia - Con Iván Darío Álvarez (2008), Testamentos (2008) y Biblia de Pobres (2009) .


“IV Festival de poesía Latinoamericana” - "La Poesía Latinoamericana Hoy" - "La galería de los nadies"

“El poeta como un pastor de abismos”


J. Boccanera abrió la entrevista refriéndose al éxito del festival y dando un panorama sobre la poesía y la vida literaria de J. M. Roca:“Una de los voces más destacadas de la poesía hispanoamericana, hoy, -dijo- con una obra profusa y una poesía basada en la imagen fulgurante, el pasaje narrativo, una mordacidad, una ironía muy peculiar y un retrato sombrío; creo que es su forma de expresar desde los márgenes a una galería de impugnados que cruzan su obra, de apartados, desterrados, negados, excluidos; personajes, el errante, el solitario, el transterrado, el divos, el aguafiestas, el incierto, el hacedor de libros y creo, que no es para nada forzado vislumbrar en el entrelineado de sus versos la zona sombría de una Colombia castigada por la violencia; de ahí, figuras grotescas que aparecen como salidas de las pinturas de Goya o del teatro esperpéntico de Valle Inclán…”

“El poeta como un pastor de abismos”
-“La expresión, el poeta es un pastor de abismos, -refirió Roca- viene suscitado por una idea que, continuamente, me asalta alrededor de la poesía, o mejor aún, de la poesía que a mi me gusta, que es la poesía como insolución, la poesía refractaria a los poderes, la poesía que de alguna manera se desgregaliza inclusive de lo ideologizante, no de lo ideológico; en ese sentido a un poeta se le presentan muchas dudas, yo creo que el poeta es un pastor de dudas, ya que la poesía no nace tanto de las certezas como de las preguntas; en ese pastoreo de abismos que es la poesía, de alguna manera me lleva a concluir, no de una manera asertiva pero intuir que un poeta es, fundamentalmente, aquel que se traduce a si mismo y que cuando logra traducirse a si mismo habita en los demás y es cuando se funda el hecho estético. Un poema no existe si, solamente, lo conoce su autor, sino cuando habita en el otro, esa preocupación por el otro, tan rambaudiana, que de alguna manera ha sido el epicentro de la lírica moderna, obliga a despersonalizar el yo poético, a lo puramente referencial e insta a mirarse a uno mismo para traducir a los demás y en ese largo camino del poeta para traducirse a si mismo para traducir a los demás padece una serie de dudas, de huecos, de vacíos, de abismos que son los que intentan de alguna manera llenar la palabra, llenar el lenguaje. Yo creo que lo más maravilloso que tiene la poesía es que nos obliga al habla justa, a buscar la palabra justa en el inmenso pajar del lenguaje, de manera que no sea la palabra puramente hueca, calcárea, como se vuelve en general cuando hablamos otro tipo de lenguaje. Poncela, dice, que hay dos tipos de lenguaje, uno es el lenguaje de emergencia que nos sirve para pedir una cerveza, para sobrevivir y el otro es el lenguaje de la esencia, que es el que nace, fundamentalmente, de la poesía, de manera que, para sintetizar la idea, el poeta pastorea esos abismos, pastorea esas dudas, pastorea sus miedos, sus fantasmas y también sus demonios, no los anula, solamente, los pastorea..."
Un eslabón de oro en esta cadena de jornadas repletas de buena poesía que es el “IV Festival de poesía Latinoamericana” que se viene celebrando en Buenos Aires y que culminará el miércoles, con lo que, seguramente, será otro de sus mejores momentos, el reportaje de Vicente Muleiro a Jorge Boccanera.

"De súbito, estalló la guerra. Se abrió como una bomba de azúcar...""



De súbito, estalló la guerra. Se abrió como una bomba de azúcar
arriba de las calas. Primero, creíamos que era juego;
después, vimos que la cosa era siniestra. El aire quedó
ligeramente envenenado. Se desprendían los murciélagos
desde sus escondites, sus cuevas ocultas caían a los platos,
como rosas, como ratones que volvieran del infinito,
todavía, con las alas.
Por protegerlos de algún modo, enumerábamos los seres y las cosas:
"Las lechugas, los reptiles comestibles, las tacitas...".
Pero, ya los arados se habían vuelto aviones; cada uno, tenía
calavera y tenía alas, y ronroneaba cerca de las nubes, al alcance
de la manos pasaron los batallones al galope, al paso. Se prolongó
la aurora quieta, y al mediodía, el sol se partió; uno fue hacia el este,
el otro hacia el oeste. Como si el abuelo y la abuela se divorciaran.
De esto ya hace mucho, aquella vez, cuando estalló la guerra,
arriba de las calas.



Bajó una mariposa a un lugar oscuro...


Bajó una mariposa a un lugar oscuro; al parecer, de
hermosos colores; no se distinguía bien. La niña más chica
creyó que era una muñeca rarísima y la pidió; los otros
niños dijeron: -Bajo las alas hay un hombre.
Yo dije: -Sí, su cuerpo parece un hombrecito.
Pero, ellos aclararon que era un hombre de tamaño natural.
Me arrodillé y vi. Era verdad lo que decían los niños. ¿Cómo
cabía un hombre de tamaño normal bajo las alitas?
Llamamos a un vecino. Trajo una pinza. Sacó las alas. Y un
hombre alto se irguió y se marchó.
Y esto que parece casi increíble, luego fue pintado
prodigiosamente en una caja.




Me acuerdo de los repollos acresponados, blancos -rosas...


Me acuerdo de los repollos acresponados, blancos -rosas
nieves de la tierra, de los huertos-, de marmolina, de la
porcelana más leve, los repollos con los niños dentro.
Y las altas acelgas azules.
Y el tomate, riñón de rubíes.
Y las cebollas envueltas en papel de seda, papel de fumar,
como bombas de azúcar, de sal, de alcohol.
Los espárragos gnomos, torrecillas del país de los gnomos.
Me acuerdo de las papas, a las que siempre plantábamos en
el medio un tulipán.
Y las víboras de largas alas anaranjadas.
Y el humo del tabaco de las luciérnagas, que fuman sin reposo.
Me acuerdo de la eternidad.



Marosa di Giorgio

Poeta uruguaya, (1934- 2004). Su obra se reunió en «Los papeles salvajes», luego, se amplió con dos volúmenes que incluyeron “La liebre de marzo”, “Mesa de esmeralda”, “La falena”, “Membrillo de Lusana” y “Diamelas de Clementina Médici”.
Recibió importantes distinciones entre las que se destacan la Beca Fullbright y el Primer Premio del Festival Internacional de Poesía de Medellín.


Sitio oficial de la poeta:http://marosadigiorgio.com.uy/