EUNICE ODIO, EL MITO

 Yo no he venido a disfrutar lo hecho, sino a fundar desconocidos frutos”

Eunice Odio, Tránsito de fuego

 


Eunice Odio (1919-1974). Polémica, franca, intempestiva, incomprensible, Eunice Odio concibió una de las obras más complejas y bellas de la poesía hispanoamericana. Poeta, escritora, traductora, ensayista. Costarricense por nacimiento y guatemalteca y mexicana por opción. Hizo del viaje la búsqueda de un desarrollo personal y artístico porque pensaba que para ser poeta “primero hay que llegar a ser humano, un buen ser humano”. Devota de San Miguel Arcángel, aficionada a la Biblia, se interesó en budismo zen, estudio la cábala y fue segundo grado superior en la orden Rosacruz. Su carácter rebelde y agresivo y más tarde sus lacerantes opiniones políticas la distanciaron de los círculos culturales de la época y terminaron llevándola al aislamiento literario. Las cartas recopiladas y editadas por Juan Liscano, después de su muerte, muestran la preocupación de Eunice de que sus amigos fueran valorados y reconocidos. Así, también sus extrañas y luminosas visiones, que recuerdan al gran poeta William Blake, considerado un delirante por muchos de sus contemporáneos y al igual que Eunice Odio, parte de su obra está inspirada en la Biblia y en sus vivencias excepcionales. Aunque el primer registro de esas visiones data de 1964; desde muy joven, Eunice, se interesó por el esoterismo y su familia paterna tuvo gran participación en la fundación de la Sociedad Teosófica de Costa Rica.

Durante su juventud militó  en la izquierda, sin embargo, en 1963 escribió con saña en contra de Fidel Castro, la revolución cubana y la  Intelligentsia mexicana, circunstancia que le granjeo la enemistad de los círculos que manejaban las presentaciones artísticas y culturales en México. También, atacó el franquismo, las matanzas militares bajo el régimen de Somoza en Nicaragua, las desigualdades sociales y económicas en las democracias y más tarde, casi con orgullo, en clara discrepancia con su vida y su obra, le confesó a Juan Liscano, “sí, soy reaccionaria”. Muy lejos de aquella libertad que experimentó desde muy joven como una niña “flâneur” y, a la que años más tarde habría de sumarle su personalidad extravagante, “ansiosa de vivir plenamente a su manera”.

Realizó estudios en el Colegio Nacional de Señoritas de San José de Costa Rica, pero fue su condición de autodidacta  lo que le permitió integrarse al mundo intelectual y literario de la época, en su gran mayoría, máxime en esos tiempos,  constituida por hombres y, mantener amistad y correspondencia con relevantes intelectuales y poetas de su tiempo. Más tarde, en una carta a Juan Liscano, Eunice, reproducirá los dichos de Octavio Paz en ocasión a su obra: “Tú querida, eres de la línea de los poetas que inventan una mitología propia, como Blake, como Saint John Perse, como Ezra Pound: Y están fregados porque nadie los entiende hasta que tienen años o aun siglos de muertos”.

A partir de 1945 publicó poemas en la acreditada revista Repertorio Americano y en el periódico La Tribuna, relacionándose con el poeta y pintor, Max Giménez, quien llegaría a ser pionero en incorporar conscientemente elementos renovadores en Costa Rica; el polifacético poeta, pintor, muralista Francisco Amighetti; la pintora, escritora, activista y política Emilia Prieto;  la narradora Yolanda Oreamuno, entre otros; figuras que se convertirían en reconocidos referentes de la literatura costarricense y que habían adherido a las estéticas de los movimientos vanguardistas iniciadas en los años 20, defendiendo la libertad creadora y la experimentación formal. En 1946, Eunice, comienza a realizar viajes a Nicaragua, El Salvador, Honduras y Cuba ejerciendo el periodismo cultural, participando en recitales y dando conferencias. Escribe con igual fluidez, crítica de arte, literaria o  política, muy lejos de los estereotipos de la escritora de su época. En Managua, se relaciona con la cúspide  de la vanguardia literaria nicaragüense -José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra, Joaquín Pasos y Alberto Ordóñez Argüello entre otros; en Cuba con figuras de la talla de Lezama lima, Cintio Vitier, José Ángel Bueza, entre otros.

En 1947, viaja a Guatemala para recibir el prestigioso “Premio Centroamericano 15 de septiembre” por su primer poemario Los elementos terrestres, de gran fuerza expresiva y exquisita elevación mística que en su vertiente erótica inaugura imágenes innovadoras de la pasión femenina, muy distanciadas del paradigma patriarcalNos recuerda con un soplo nuevo y vigoroso el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz con alusión directa al “Cantar de los Cantares” del Antiguo Testamento y al “Libro de Job”, en varios de los ocho poemas que lo integran, cerrando el poemario con un así sea, que más de un crítico lo ha comparado con el amén de las oraciones cristianas por su connotación de decreto sagrado.  La naturaleza asociada con los símbolos del cuerpo no exentos de espiritualidad confiere a Los elementos terrestres un erotismo elevado, pluralidad de sentidos y novedad. La unión física de los amantes, la celebración por igual del cuerpo y del espíritu, el éxtasis amoroso, la creación, el hijo, la infertilidad y finalmente la ausencia del amado es el espacio donde suceden los resplandores.

En marzo de 1948 se produce en Costa Rica, la revolución del caudillo, agricultor y político José Figueres Ferrer, después de la anulación de las elecciones del 8 de febrero de 1948, a raíz de un incendio en el que se perdieron los resultados favorables al candidato de la oposición Otilio Ulate Blanco, según resultados enviados por telegrama.

Eran tiempos violentos y muchos costarricenses emigraron. “Eunice Odio era conocida como una ardiente defensora de las conquistas sociales y laborales de las administraciones Calderón Guardia y Teodoro Picado y apreciada por sus ideas avanzadas de izquierda”, como se observa claramente en su lúcido artículo “Exposición sobre política actual de Costa Rica” (diciembre de 1947) -(1). Es viable pensar que Influida por estos acontecimientos, Eunice, opta por la ciudadanía Guatemalteca, país que, recientemente, la había premiado y en el cual prosperaba un ambiente de libertad creadora, presidida por el primer presidente popularmente electo, el educador y político Juan José Arévalo, un socialista espiritual como él mismo se definía. Tras la revolución de 1944, “la ciudad se convertía en lugar de parada o destino de artistas, intelectuales y exiliados”-(2). Eunice, se suma a la Asociación Guatemalteca de Escritores y Artistas Revolucionarios (AGEAR), trabaja como secretaria del Centro Editorial del Gobierno y tiene una intensa relación con  el escritor, sociólogo y político guatemalteco, Mario Monteforte Toledo (que por esos años ocupaba la Vicepresidencia de la Nación)-(3).

En 1953, se edita su libro Zona del Territorio del alba  (Poesías 1946-1948), en la Colección Brigadas Líricas de Mendoza, Argentina, por ser seleccionado para representar a Centroamérica, cuyos versos Baeza Flores colocó al lado de los de César Vallejo y Pedro Salinas. Zona en Territorio del alba evoca su ciudad natal, su infancia y juventud, transita el trastrocamiento, el paisaje onírico, la imagen animada y el espacio abierto. El refinamiento y plasticidad de sus versos nos recuerdan la idea de Pavese de bailar al mismo tiempo que va condensando el elemento místico que predominará en Tránsito de Fuego. “Zona en territorio del alba es nostalgia hecha agua, dulzura, canto ligero pero atravesado por grietas que destilan amanecer adolorido”-(4). Si bien, la misma Eunice Odio dejó bien claro que su obra no era surrealista dado que todos sus versos “están pensados al centavo”, ya, desde su primer libro se puede hablar de surrealismo, no solo por las imágenes dislocadas, “dibujos verbales”-(4) y el elemento onírico ya mencionado, sino principalmente, en lo que ésta tiene de vital, de sublimación de lo erótico, de sentido mágico, de relación con el cosmos.

En 1954 se produce el derrocamiento del Pte. Jacobo Arbenz Guzmán, ese acontecimiento, más un confuso episodio con la CIA la obligan a abandonar el país y se instala en México. Aún está escribiendo la última parte de Transito de fuego y vive con su pareja, Antonio Castillo Ledon, en un departamento situado en la calle Nazas, en la Colonia Cauhtémac, muy cerca de donde Juan Rulfo escribía y luego, sobre una mesa en la vereda vendía los primeros ejemplares de su gran novela “Pedro Paramo”,  aunque no se tienen registros de que se hayan conocido.

En México, se une a un grupo de mujeres que están cambiando la literatura mexicana, y entabla una férrea amistad con Amparo Dávila y Elena Garro. Trabaja en periodismo cultural, crítica de arte, traduce textos del inglés y escribe ensayos  En 1957 se publica en El Salvador, Transito de fuego, luego de un desafortunado envío a un certamen cuyos organizadores no retiraron el sobre a tiempo, fue premiada fuera de concurso. "El libro trata de la acción del Creador en el mundo y de cómo le va sobre la tierra", sintetiza Eunice Odio a Juan Liscano en una de sus cartas. 

Esta obra audaz y llena de iluminaciones consta de más de diez mil versos  y fue escrito a lo largo de siete años. Con increíble potencial lingüístico y plástico, poblado de seres míticos, Tránsito de fuego, recrea una génesis. Si es verdad que “Los dioses facilitan el primer verso; los demás, los hace el poeta”, como dice Paul Valéry,  el primer verso de Tránsito de fuego es el pilar en el cual se asienta el pensamiento metafísico de Eunice anunciado por el epígrafe que antecede al primer verso ¿Es verdad: pero de qué manera / es verdad? Esa visión del mundo que se basa en un sentimiento de unión total con el cosmos de la que habla Luis Bolañollamado también trascendentalismo o mística natural está presente en todo su poesía (5). Eunice lo traduce en pocas palabras “vemos el éxtasis perpetuo de las cosas, casi siempre invisible”.

Con reminiscencia del teatro griego, con imágenes y metáforas surrealistas y creacionistas conjuga arquetipos, símbolos, imaginería, pasajes herméticos, elementos de la cábala, de la Biblia, principios del gnosticismo, destellos eucarísticos y del pensamiento judeo cristiano en el cual se borran las fronteras de tiempo y “del yo y los otros seres humanos” para invitarnos a vivir en la intuición y en la sensibilidad. El arquetipo del mesías, el numen, la palabra, en tanto comunión con la divinidad y con todo lo que existe, se poetiza “como versículo recuperado de una perdida biblia” -(6). El momento de epifanía, de celebración no está exento de advertencia: “quedaran excluidos a la celebración aquellos que tengan la lengua innumerable, que hayan desvirtuado la Palabra empleándola para fines innobles como la mentira y la complicidad de quienes, pudiendo usar la Palabra para denunciar la injusticia, han optado por callar" (7). No solo da indicio de lo extraordinario -concepto místico de la lengua de la que hablan los cabalistas- sino que advierte de la desintegración ética y estética de la palabra, que hoy, como nunca antes, estamos padeciendo. Tránsito de Fuego habla de la creación, de la poesía, del misterio que somos y lo hace con el único lenguaje que se puede hablar de lo naciente, de lo siempre abierto, con el lenguaje mismo de la poesía.

Su poesía entronca con el romanticismo, especialmente, alemán y la filosofía presocrática de la naturaleza, que se nutre de elementos del irracionalismo y el misticismo representado por el francés Louis Claude de Saint Martin y el alemán Johann Georg Hamann, a quien Goethe llamó “el fauno Socrático” o “la cabeza más clara de su tiempo”. Eunice considera que “un poema es la acción del verbo” todo fue hecho por la palabra y sin la palabra nada se hizo (Evangelio de San Juan) o podemos compararlo con el arquetipo místico y mítico hindú (Brahmán es toda las palabras, toda palabra es Brahmán). Esta concepción implica una sabiduría universal, deviene “misticismo natural”, muy cerca de lo que T.S. Eliot llamaba la “mentalidad prelógica” que solo se le revela al poeta y, por medio de él al ser humano en general, (8). “Ese algo que se revela en cuanto no revelable, en cuanto misterio inabarcable”, fascina -en tanto la fascinación dice el investigador y filósofo español Luis Villoro en su estudio Estadios de la otredad filosófica  nos permite “reconocer el misterio del otro”- ampliando su intensidad y haciéndonoslo reconocible. Sus versos son “conciencia iluminada”, filamentos de luz,  “transparencias aparentemente inaprensibles”,  intuiciones inefables que aspiran a lo fusión con lo divino.

La poeta que dijo, casi premonitoriamente “si me dan un gran poema a cambio de la miseria extrema, y que sólo un poema grande, elijo el poema grande, aunque sea sólo uno” dio a luz una obra monumental que a solo un año de su publicación en El Salvador, apareció la traducción de un fragmento de Transito de Fuego, hecha por Dudley Fitts, en una de las revistas literarias más importantes de EEUU, New World writing (en formato de bolsillo), hecho totalmente inusual para la época-(9).

Entre 1959 hasta 1962  reside en Nueva York, conoce a integrantes de la generación beat: Kerouac, Borroughs, Ginsberg, aunque aclara que la poesía que buscaba únicamente la hallaba en estado de plena conciencia, tomando distancia de las experiencias alucinógenas características de aquel grupo y de sus teorías literarias. En esos años queda prendada de la poesía de Elinor Hoyt Wylie y conocerá al gran poeta estadounidense William Carlos Williams y le dedicará un poema que el mismo William traducirá al inglés, poco antes de morir. El poema sería publicado cincuenta años después en el New Yorker,  gracias al editor Jonathan Cohen, que reunió en una antología las traducciones de Willliams:  By Word of Mouths, Poems from the spanish 1916-1959 (2012).-(10).

A su regreso a México en 1962 se instala en un departamento de la calle Rio Nevas, donde, a menudo, celebra reuniones a las que asisten relevantes figuras de las letras y el arte nacional e internacional como el guatemalteco Otto Raúl González, los mexicanos Carlos Pellicer, Alí Chumacero, la artista plástica Beatriz Zamora, Augusto Monterroso, maestro de la mini ficción, entre  numerosos otros.

Será a partir de sus notas en la revista Respuesta, como  “Lo que quiere Moscú y defiende Sartre”, “Fidel Castro, viejo bailador de la danza soviética” y “Cuba, drama y mito”, que su trabajo en el periodismo cultural, crítica de arte y traducciones al inglés, además de los ensayos, reseñas y narraciones en revistas comienza a disminuir y tiene que usar seudónimo para poder seguir escribiendo y mantenerse mínimamente. A Cuba lo acusó de “subordinarse a intereses pro soviéticos del estalinismo internacional y al movimiento feminista que solo buscaba la igualdad laboral y política con el hombre, cuando ella reivindicaba la diferencia de asumir como mujer total, consciente de la importancia que esto reviste en el contexto de una cultura tradicional o ancestral”. La escritora costarricense Carmen Naranjo, en una de sus visitas a México, la recuerda ensimismada repartiendo folletos incendiarios contra Cuba"(11).

 Su carácter fuerte se volvió más provocador y agresivo, el trabajo de traducción al que dedicaba catorce horas por día o más para poder cumplir con los encargos y no caer en la pobreza la llevo a decir: “se me agrio el carácter, la vida y la inocencia”, decepcionada de la relación amorosa con su segundo esposo, el pintor Rodolfo Zanabria, quien, en 1966, al poco tiempo de casarse se fue con una beca a París. Rodeada de libros, botellas de licor barato, valiosísimos cuadros que nunca quiso vender, con su cada vez más intensa alianza con el alcohol, con los pocos amigos que le quedaban transcurre la última etapa de su vida y, finalmente, la mujer brasa, según su propia definición, con su visión del mundo, a los 54 años de edad,  entra para quedarse en la historia de la literatura hispanoamericana. Los detalles físicos de su muerte poco importan. Eunice Odio, la poeta en los términos en los que Emerson lo definió: “el que entre los seres parciales representa al ser completo; el que está separado de sus contemporáneos por la verdad y por su arte; el que es la mitad de sí mismo porque la otra es su propia expresión; el que vuelve a atar las cosas a la naturaleza y al Todo”. Más allá de sus opiniones políticas (sic) con su singularidad, belleza deslumbradora, valentía intelectual y una “risa sonora” llevó su visión del mundo hasta las últimas consecuencias y su poesía al podio de la poesía hispanoamericana.

Lentamente, su obra va ocupando el lugar que le corresponde con reediciones, estudios y homenajes. Solo por mencionar algunos: “Rescate de una gran poeta”, Juan Liscano (Monte Avilon), compilación de homenajes, poemas y cartas que Eunice nunca había querido publicar. En 1996, Peggy Von Mayer editó “Obras Completas” en tres volúmenes. El 18 de octubre de 2019, a cien años de su natalicio, Salamanca la recordó como a una de las más portentosas y desconocidas poetas de la lengua castellana, homenajeándola con la reedición de su libro Los elementos terrestres, “por ser de linaje semejante a Quevedo, a San Juan de la Cruz, Teresa de Jesús y Cesar Vallejos…”, sin dejar de reconocer que su libro Transito de fuego es el más descollante de su obra. En ese mismo año la editorial Tavern Books de Portland publicó la cuarta y última parte de “The Fire Journey”, traducida por el estadounidense Keits Ekiss, la salvadoreña Sonia Ticas y el costarricense Mauricio Espinosa Quesada, más docenas de otros poemas que han aparecido en dieciséis revistas literarias de EEUU e Inglaterra y en la antología bilingüe Territory of Dawn, The selected Poems of Eunice Odio-(12).

En junio de 200O se colocó una efigie suya en el Paseo de los Artistas del Teatro Nacional esculpida por Marisel Jiménez y otra en la explanada de la Facultad de Letras de la Universidad de Costa Rica, entre otros muchos homenajes.

Eunice Odio poseía el inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos del que habla Rimbaud, en constante búsqueda hacia algo superior construyó su poesía llena de secretos con contrastes inusitados, imágenes polisémicas, sinestesia, neologismos. Todo “lo que hay más allá del cielo que vendrá comprendido entre las aguas y los ciervos” lo plasmó el influjo de su pluma, en cada verso halló “la silaba deslumbrada”.



Los elementos terrestres

(Fragmento de Germinación)

Oh don,

Oh don de sí, tu pelo

albo discurso,

designio azul,

futuro de jacinto.

Yo podría cantar una canción

para que me sospechen de humo, en aire,

y de animal tallado entre la espuma,

en larga, leve, carcajada de arpa

Yo podría traer al corazón recuerdos

como uñas cayéndose del alma.

Pero estoy casi al borde de tu cuerpo,

Pero está al pie del surco tu desnudo

en traje de profundidad;

Piensa en tu edad el mar y palidecen

delfines ciegos cielo arriba, en rama,

pensando más el cielo en menos aire

mar con solo las olas y sin agua.

Y tú a la orilla del paisaje tiemblas

ah, intramarino pescador de espumas

cuya cadera crece entre corales,

Crepúsculo manchado de violines,

compañero fugaz de mi costado.

II

Alguien pasa rozándome las venas

y se abre el surco entre la flor y el labio.

Es que llega la noche

en columna de amor y ruiseñores;

su casco azul, lacustre, enjuaga el alba,

baja la niebla por su piel y huyen

roces de pluma herida y madrugada.

Y antes de ser,

para futuro arribo de planeta

tiniebla inaugural,

cristal esquivo,

quietud de sumergidos resplandores,

la noche es de aire y tallo oscurecido.



Tránsito de fuego

II

De Proyecto de mí mismo

(fragmento)

Ion


Yo no he venido a disfrutar,
sino a fundar desconocidos frutos.

El espacio habitado por la espina,
por los nombres del Alba,

el ámbito nupcial de la Simiente,
no han menester mi brazo;

mi amor es necesario para instalar,
en dónde nada había,
una casa encendida, un álamo viviente.

Y en él, qué está acechando
para que no lo apague la palabra,
he de construir los frutos...

En él, causa y recinto
de lo que todavía no se halla.

Dédalo

Un día bajo el suelo de Dios nació la oscuro
lo sin partes de amor, lo sin memoria.

Lo llevó Dios al fondo de su mano y dijo que era bueno.

Después, antes del tiempo
(antes de que acabará de crecer el relámpago),
parpadeó un Ojo eterno;

la atmosférica mano trazo un signo,
selló sus vastos límites y dijo:

su espuma es el silencio.

Solo ha de sojuzgarlo
aquel cuya palabra es un acto amoroso, un movimiento en llamas.

Lo he clausurado.
He guardado su cifra bajo losas de fuego.

¡Ay de aquel que lo abra si su aliento
no es la medida exacta de las cosas!

Ay de aquel que lo abra si no es el implacable.

Arqueándome ligeramente

sobre mi corazón de piedra en flor

para verlo,

para calzarme sus arterias y mi voz

en un momento dado

en que alguien venga,

y me llame…

pero ahora que no me llame nadie,

que no quepo en la voz de nadie,

que no me llamen,

porque estoy bajando al fondo de mi pequeñez,

a la raíz complacida de mi sombra,

porque ahora estoy bajando al agónico

tacto de un minero, con su media flor al hombro,

y una gran letra de te quiero al cinto.

Y bajo más,

a las inmediaciones del aire

que aligerado espera las letras de su nombre

para nacer perfecto y habitable.

Bajo,

desciendo mucho más,

¿quién me encontrará?

Me calzo mis arterias

(qué gran prisa tengo),

me calzo mis arterias y mi voz,

me pongo mi corazón de piedra en flor,

para que en un momento dado

alguien venga,

y me llame,

y no esté yo

ligeramente arqueada sobre mi corazón, para verlo.

y no tenga yo que irme y dejar mi gran voz,

y mi alto corazón

de piedra en flor.

Zona de Territorio del Alba

Recuerdo de mi infancia privada

fragmento

[...]

una puerta de azul carpintería

por donde algunas veces comenzaba mi madre,

empezaban sus labios,

sus brazos que partían de las olas,

su voz en que cabía la tarde

y apenas mis dos piernas que corrían

desordenando el aire.

Ahora la recuerdo

con mis beligerancias infantiles,

puerta de piedras jóvenes,

mi madre

con sus pasos de ternera boreal,

traspásandola,

se incorporaba a la semana

ciñéndose el perfil,

la trenza,

la memoria,

la cintura en escombro de paloma,

y me buscaba

entre los habitantes de ese abril

con océanos,

con árboles,

y yo corría,

corría,

con mis piernas de niña

para ser hallada con la voz

en la tarde.




De Territorio del Alba

Declinaciones del monólogo

(Fragmento)

I

Estoy sola,

muy sola,

entre mi cintura y mi vestido,

sola entre mi voz entera,

con una carga de ángeles menudos

como esas caricias

que se desploman solas en los dedos.

Entre mi pelo, a la deriva,

un remero azul,

confundido,

busca un niño de arena.

Sosteniendo sus tribus de olores

con un hilo pálido,

contra un perfil de rosa,

en el rincón más quieto de mis párpados

trece peregrinos se agolpan.


Las citas de Eunice Odio pertenecen al Tomo III de sus Obras Completas.

  1. 1    “Eunice Odio, Obras Completas, Tomo III”
  2. 2     “Eunice Odio Vibración de la luz en el abismo” Tania Pleitez Vela
  3. 3.    “Eunice Odio en Guatemala y otros países centroamericanos” by Mario A. Esquivel Tobar              (1983)
  4. 4.      Arraigo onírico. Tras la pista de la joven Eunice Odio”. Taina Pleitez Vela (2012)
  5. 5.     “Lectura Mítica y Mística de Transito de Fuego de Eunice Odio”. Luis Bolaño (1989)
  6. 6.     “Como versículo recuperado de una perdida biblia”: Ramón Ordaz, Eunice Odio: abnegación         por la poesía.
  7. 7.      “Lectura Mítica y Mística de Transito de Fuego de Eunice Odio”. Luis Bolaño (1989)
  8. 8.      “Lectura Mítica y Mística de Transito de Fuego de Eunice Odio”. Luis Bolaño (1989)
  9. 9.      “Eunice Odio frente a la traducción” Mauricio Espinosa Quesada (2019)
  10. 10.  “Eunice Odio frente a la traducción” Mauricio Espinosa Quesada  (2019)          
  11. 11.  “Eunice Odio en Guatemala y otros países centroamericanos” by Mario A. Esquivel Tobar             (1983)
  12. 12.  “Eunice Odio frente a la traducción” Mauricio Esp