Por la noche los gatos de Antonio Cisneros

 


José Emilio Pacheco nombra a Antonio Cisneros en su gran poema “Birds in the night”,  el escritor Sidney Sheldon en su novela “El capricho de los dioses”, evidenciando su destacado lugar en el contexto mayor de la poesía latinoamericana.

La poesía  de Cisneros se encuadra en el centro de la lírica peruana de los años 60, a la que aportó, innovación, una forma distinta de medir el dialogo entre la realidad y la expresión de esa realidad, un collage de tiempos y de temáticas, desmitificación de ideas acuñadas como sagradas y una aguda crítica a las grandes palabras de la cultura hegemónica.

A través del lente de la ironía y el escepticismo, con un verso coloquial, dúctil, reminiscente de la poesía de lengua inglesa, especialmente de los magnos maestros de la tradición anglosajona contemporánea  y, a la cual le atribuye Cisneros  “una frescura, un verdor, un gusto por la imagen y no por la metáfora, la cotidianidad, el humor, un poderoso elemento narrativo y al mismo tiempo la densidad de lo sencillo”, que bien se puede aplicar a su poesía y le confiere ese vigor tan particular que la caracteriza.   Es bueno recordar  que Cisneros seleccionó, prologó y tradujo una nutrida antología de "Poesía inglesa contemporánea" (ed. bilingüe) que salió en Barcelona bajo el sello Carlos Barral. Además, del  británico Thomas Stearns  Eliot y los norteamericanos Ezra Pound y Robert Lowell habría que sumarle en términos hereditarios, la crítica y el efecto de distanciamiento del alemán Bertolt Brecht y, como bien lo señala Jorge Boccanera en su talante conversacional y en su prosaísmo “a esa otra vanguardia de la que habla José Emilio Pacheco, deudora de la New Poetry,  que inicia con El soldado desconocido (1922) del nicaragüense Salomón de la Selva”.

“Como blasfemo o como creyente”, explícito o subyacente, sin caer en la ideologización, la temática religiosa está presente en toda la obra de Cisneros y desemboca en el reclamo social.  Se asoma en David y Comentarios Reales (1964), toma cuerpo en El libro de Dios y de los húngaros (1978) y se pluraliza en Crónica del niño Jesús de Chilca (1981).

 Más allá de la interpretación de algunos críticos como una actitud política y de relacionarlo con la teología de la liberación, en tanto se hable de cristianos se tiene que hablar de palabras como comunidad, fraternidad, solidaridad, palabras que ha utilizado el poeta al referirse a su libro Crónica del niño Jesús de Chilca.

Como bien lo explica su gusto por la poesía anglosajona, Cisneros opta por la imagen sinestésica  y no por la metáfora,  el símil entre cosas concretas y tan distantes como “ese taxi brillante como hoja de afeitar” y las comparaciones “tus parpados se ofrecen como livianas sombras bajo el sol”. El versículo “que se alarga y enrosca como una serpiente”, es el  vehículo con el que Cisneros enlaza lo urbano y lo natural, “lo público y lo privado, lo domestico y lo histórico, lo individual y lo colectivo, lo literario y lo popular, lo solemne y lo burlón, lo poético y la jerga”.

Por sus diferentes roles de escritor, traductor, profesor de literatura y poeta, visitó e incluso residió en diferentes países alrededor del mundo y más tarde consideró que buena parte de sus libros eran “cuadernos de bitácoras de esos viajes”. El poeta que nunca pudo vivir lejos del mar, desde una conciencia suprapersonal se implica en la realidad, configura sentidos contestatarios y le da voz a los que no tienen vos. Despelleja la historia, la reescribe, examina a los hombres de distintas épocas, superpone elementos disimiles, sublimiza su zoofobia, recrea canciones, intertextualiza, transita con desparpajo los temas eróticos, pone humor en el corazón de la rigidez canónica, pone frescura. 

 Desde lo que Boccanera definió  como “spleen baudelaireano”, consustancial al desengaño extremo, con conciencia social, mirada crítica y estilo irónico,  Cisneros ha desnudado la historia y las promesas incumplidas del devenir y, con palabras como “mercaderes”, “negocios” y “matanzas” ha erigido una deslumbrante poesía.

El poeta que se pasea en forma natural por el poema de Pacheco o en la novela  “El capricho de los dioses” de Sidney  Sheldon, construyó epifanía desde la irreverencia  y postuló una relectura de la historia desde la visión poética, nada menos.

 

 Medir Y Pesar Las Diferencias A Este Lado Del Canal

 
Desde la Torre de Vidrio veo las colinas blandas y oscuras
    como animales muertos.
El aire es negro, susceptible de pesarse y ser trozado, y
              usted no podrá creer que alguna vez
              sobre este corazón ha estado el sol.
Los automóviles de los estudiantes son más numerosos
   que la yerba y ellos los vigila
desde la Torre de Matemáticas, la Torre de las Lenguas
Modernas,
la Torre del Comercio,
la Torre de Ingeniería,
la Torre de las Tazas de Té,
la Torre de Dios.
Los profesores miran también sus automóviles, con poco
   disimulo. Y si usted se descuida
terminará por creer que éste es el mundo
y que atrás de las últimas colinas sólo se agitan el Caos,
   el Mar de los Sargazos.
Aquí se hornean las rutas del comercio hacia las Indias
y esa sabiduría que pastamos sin mirar nuestros rostros.
Usted gusta de Kipling, mas no se ha enriquecido con la
Guerra del Opio.
Gusta de Eliot y Thomas, testimonios de un orden y un
   desorden ajenos.
Y es manso bajo el viejo caballo de Lord Byron.
                    Raro comercio éste
Los Padres del enemigo son los nuestros, nuestros sus Dioses.
              Y cuál nuestra morada.
Las muchachas caminan despreocupadas y a pesar del frío
   llevan las piernas libres y ligeras:
“Oh, mi delgadita, mi brizna de yerba, ven a mí”.
                                                                                 Los muchachos
tienen la mirada de quien guardó los granos y las carnes
   saladas para un siglo de inviernos
El Fuego del Hogar los protege de los demonios que danzan
   en el aire.
Fuera de estas murallas habitan las tribus de los bárbaros
y más allá
                    las tribus ignoradas.
Lo importante es que los ríos y canales sigan abiertos
              a la mercadería.
Mientras el trueque viaje como la sangre, habrá ramas secas
   y ordenadas para el fuego.
El Fuego del Hogar
otorga seguridad y belleza: Y las Ciencias y las Artes
podrán reproducirse como los insectos más fecundos,
   las moscas, por ejemplo.
                                                                       El Fuego del Hogar
lo lava todo y estimula al olvido conveniente.
Negro es el aire, sólido, tiene peso y lugar.
Mucho ha llovido y la tierra está lisa como un lago de
   mármol,
no ofrecerá ninguna resistencia.
                                                                   Amigo Hernando,
tal vez ahora podría decirme qué hacer con estas Torres,
   con la estatua de John Donne
-buen poeta y gustado por mí-, con Milton, con el Fuego
              del Hogar.
                                                        Pero apúrese
porque las grúas altas y amarillas construyen otros
   edificios, otros dioses
otros Padres de Occidente –que también han de ser
nuestros-.
 
 De: Canto ceremonial contra un oso hormiguero
 
 
 
En las tierras más verdes
 
 
 No era maná del cielo pero había comida para todos y amor de Dios.
 De atrás del Tropezón venía el agua, pucha madre, todo el año venía.
 A veces despaciosa y pálida como muchacha flaca.
 Pero en enero cantaba más alta que los muros del canal.
 Sólo ballenas le faltaban para ser otro mar.
 De atrás del Tropezón bajaban los canales marrones y pulidos.
 
 De piedra brava de Huarochirí.
 Como el elefante de la Compañía de Jesús (una puerta en Huamanga).
 Así eran, pues, los artes de los arrieros de la sal —sobrinos de los Incas.
 Ellos limpiaban los canales como les enseñaron desde antiguo en las
 tierras más altas.
 Por ellos nos venían las lluvias de la Sierra entre las lomas y así
 honraban al Niño.
 Nosotros los honrábamos con sal. Dos cosechas de sal de las Salinas.
 Y es la primera en la fiesta de Pallas, donde el mar es azul. La segunda
 
en la fiesta de los Santos Difuntos, donde baja la niebla y el sol viaja.
 Cien parejas de llamas traían los arrieros.
 Las llamas con campanas y penachos igual que los castillos cuando
 son las fogatas.
 Pucha madre, los arrieros de Huarochirí morían por la sal como esta
 santa tierra moría por el agua.
 Era un casorio bueno, con uva y chirimoya.
 Y así se dijo:
 
 De Amorós a San Bartolito sea todo de pinos y flor-inca.
 De Chuca al Sur cultívese algodón: Una parte de algodón de la tierra
 y dos de pelo largo. En los flancos membrillos y guayabas.
 Sean las tierras de Santa María Baja destinadas al cultivo de la
 vid y a la gloria del Niño Jesús.
 Sean las tierras de Piedra León, tierras de la higuera.
 
Así se dijo, pues. Dicen que sí.
 
De: Crónica del niño Jesús de Chilca
 
 
 

 
Por la noche los gatos o mis ocho vecinos pensionados de guerra (cagnes-sur-mer)
 
 
Todos los gatos de la región son un ruido en el techo,
 igual que el de los reos fondeados entre bolsas en un hueco del río
 -ritos de amor, ritos de combate-
 hasta que se descuelgan ya muertos o cansados para asediar mi casa,
 se revuelven
 como tribus de arañas en el fondo del agua, me reclaman
 un lugar en el lecho y de comer según los usos del último tratado
 -alianza concertada con el viejo que dio nombre a los gatos,
 sembró las margaritas, los geranios
 (donde orino cuando estoy apurado),
 comió sobre esta mesa,
 durmió sobre esta cama,
 murió sobre esta cama
 como un sapo.
 Las moscas de mi mesa son las mismas que engordan en la mesa
 de mis 8 vecinos pensionados de guerra,
 son de vuelo pesado y paso torpe, mansas para la muerte, son el día.
 Por la noche los gatos.
                           Allá vuelven.
 Cierro la puerta con 2 vueltas de llave, toco madera.
 
 
 
Oh, Señor, las capsulas venados
 
Martín Adán
 
 
Oh, señor las capsulas venados que entre mi sangre viajan
 para auxilio y consuelo del páncreas más antiguo
 tinieblas son de mi alma: ballesta que me libra de la muerte
 -pena, dolor, memoria-, pero prívame así del mío humano.
 Gorrión sin ala y canto, buena sangre, altísima insulina,
 pasado que no fue ni habrá futuro, sin ya poder pastar
 esa calle de Kent en el otoño, media luna de casas, puertas verdes
 donde un caballo rojo y amarillo mordía sin apuros las lavandas.
 
De: Como higuera en un campo de golf


Antonio Cisneros (1942-2012)

Obra:   Destierro (1961), David (1961), Comentarios reales (1964), Canto ceremonial contra un oso hormiguero (1968), Agua que no has de beber (1971), Como higuera en un campo de golf (1972), El libro de Dios y los húngaros (1978), Crónica del Niño Jesús de Chilca (1981), Monólogo de la casta Susana (1986), Propios como ajenos (1989), Drácula de Bram Stoker y otros poemas (1991), Postales para Lima (1991), Poesía (2001), Comentarios reales (2003), Un Crucero a las islas Galápagos (2005), A cada quien su animal (2008) y El caballo sin libertador (2009).

Galardones: Premio Nacional de Poesía, el Premio Casa de las Américas, el Premio Cosapi de la Creatividad, el Premio Gabriela Mistral, el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, el Premio de Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval (Aguascalientes), es Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia. El 8 de junio de 2010 recibió en Santiago de Chile el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, entregado y financiado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de ese país.