Pensaba en tu cumpleaños. Ese momento que se detendrá en una fotografía, en una imagen reducida pero tan viva que aparecerá cada vez que la llames, con toda su emoción. O se presentará sin más, extraviada entre quehaceres y pensamientos.
Pensaba en tu cumpleaños y en el tiempo como una soga donde cuelgas, aún goteando, las instantáneas que viajan presurosas al fue, reducidas a un lugar interno como un flash, como un relámpago y que será donde te refugies, cuando la vida te encargue cosas mecánicas, cuando te destiña con su burocracia o te sientas sola, un domingo por la tarde. Esas luces forman ya parte de ti, como un brazo o tu cabello. No hay olvido, porque uno no puede olvidarse de su mano o su pie. Todo lo demás será un hoy, una boca hambrienta que traga constantemente lo bueno y lo malo, la dicha y la desdicha, el placer y el displacer en un ciclo eterno y amoroso.
Pensaba en tu cumpleaños, ése que nos llevaremos todavía húmedo, el amor entregado, el amor recibido. Atrás no queda nada, excepto cuando el olvido, el realmente gran exterminador, no deje que recuerdes el ritmo de la flor, de la vida, del agua con su fluidez asombrando cada instante.
Pensaba en tu cumpleaños, ése que nos llevaremos todavía húmedo, el amor entregado, el amor recibido. Atrás no queda nada, excepto cuando el olvido, el realmente gran exterminador, no deje que recuerdes el ritmo de la flor, de la vida, del agua con su fluidez asombrando cada instante.