Efraín Huerta, "Tu corazón penumbra o barco sin latidos"



Tu corazón penumbra 


Tu corazón penumbra
o barco sin latidos,
entre mis manos grises
o frondas angustiadas.

Tu corazón y el mundo marchan juntos.
Tienes la rebeldía en el espanto de la sangre
y la oscura tristeza en los cabellos.
Tu suave corazón, tu carne mía
(¡Oh jaula de mi voz,
prisión de mis tinieblas!)
me duele con las mismas
lentas eternidades.
Sólo escucho rumores, canciones,
multitudes, cosechas y crepúsculos.
Desconozco la ausencia
y cómo ciertos hombres
desfallecen de miedo.
Conozco el hambre, el frío
haciendo de pies mármoles,
la miseria en los gestos
de los desamparados del subsuelo,
el alcohol amarillo, corazón,
que beben trozos de hombres
en la desierta plaza
donde calumnias, iras
y verdes maldiciones
brotan como el cariño
en la piel de los ciegos.

Tu corazón penumbra
o barco sin latidos,
o cera maldecida
trabajada por tactos
angustiosos, durísimos.
Tu corazón y el mundo.
Tienes en la garganta un destello de dicha
en las manos tranquilas cicatrices
y en el hombro derecho la mordida del alba.
¿Sientes a las estrellas dominarnos
como si fueran diosas
o montañas de plata?
¿No sientes en la Tierra,
corazón de mi vida,
un negro, insultante
bochornoso cinismo
de burguesa alegría?

Pero no sabes nada.
Ni la luz, ni banderas
-corazón y bandera-
ni la fuerza ni el odio
que rebasan su cauce,
ni los ojos que lanzan
espigas de verdades,
ni la melancolía
deshecha para siempre.

Algo que se construye no lo oyes.
Tienes el corazón más sordo y necio
que un puñal aterido,
más hueco que un milagro.
¡Tu corazón,
penumbra aniquilada!

(Los hombres del alba)




Verano

¿Qué soledad, qué muerte me destinan
la quietud, la sedante, cariñoso tristeza
donde nazco y perduro?
Nada sé, nada saben, nada sabe.
Nada se sabe al fin de tanto y misterioso
ir y venir de largas pesadumbres de hielo.
Nada se sabe aún. La milagrosa
lluvia de este verano
es callada, y me duele
la cruel melancolía.

Y nada se sabrá.
Los hombres nunca saben
el por qué de la angustia,
ni cómo una magnolia
--esa bestia de mármol inocente--
y un clavel se estremecen
cuando los besos cobran
magnitudes celestes
y sabor de piedad.

Nada puede saberse, no hay remedio.
Los hombres nunca saben
cuánta dulzura y cuánto
quebradizo silencio
hay en una palabra,
cómo es bello llorar
con las lágrimas vivas
y la piel en descenso.

Por eso me pregunto sobre la soledad
y sobre la tristeza: hadas, malignas,
rosas, delicadas, sonrientes
jardines de veneno.

(Estrella en alto)



PUES SÍ

Hablando
Se
Enciende
La
Gente.

DISCRIMINACIÓN

¿Y
Por qué
Nadie
Habla
De los
Presos
         Poéticos?

(Dispersión total)


Efraín Huerta
Poesía completa - ed. Martín Soler.
Fondo de Cultura Económica, 1988.



Efraín Huerta (1914-1982), Poeta, periodista y crítico mexicano.

Es una de las figuras centrales de la literatura mexicana del siglo XX. Conocido como el "El Gran Cocodrilo" fundó junto a Octavio Paz, Rafael Solana y Neftali Beltrán la revista Taller (1938-1941). Poeta exquisito de una vitalidad expresiva magistral que no le impidió ser, también, un poeta de ruptura; utilizando técnicas neo-vanguardistas que crearon nuevos espacios en la poesía mexicana.

Leer a Efraín Huerta, señala David Huerta en el prólogo de su "Poesía Completa", "Es sencillamente conocer un espacio expresivo sin el cual, acaso, o seguramente, México sería ininteligible [...]pero no es menos cierto que ahí precisamente donde la poesía de Efraín es más mexicana se convierte con más intensidad en una obra universal":

Entre los muchos premios que le otorgaron, recibió las Palmas Académicas del gobierno de Francia, (1945); el Premio Xavier Villaurrutia, (1975); el Premio Nacional de Lingüística y Literatura, (1976) y el Premio Nacional de Periodismo en divulgación cultural (1978).

Obra poética: Absoluto amor, (1935); Línea del alba, (1936); Poemas de guerra y esperanza, (1943); Los hombres del alba,(1944); La rosa primitiva, (1950); Poesía, (1951); Poemas de viaje, (1953); Estrella en alto y nuevos poemas, (1956); Para gozar tu paz, (1957); ¡Mi país, oh mi país!, (1959); Elegía de la policía montada, (1959); Farsa trágica del presidente que quería una isla, (1961); La raíz amarga (1962); El Tajín, (1963); Poemas prohibidos y de amor, (1973);  Los eróticos y otros poemas, (1974); Estampida de poemínimos, (1980); Tranza poética, (1980); Estampida de Poemínimos, 1985; Dispersión total, (1986).


SANTIAGO SYLVESTER Y EL PUNTO MÁS LEJANO





EL tiempo cobra peaje a todo lo que ha nacido para durar.
Peaje a la belleza, al porvenir, al odio;
peaje a ese montón de pelo atado en la nuca de la mujer,
a la mirada del hombre,
a las palabras que se dicen, al sentido:
 peaje aún sin saberlo,
 como existen caminos aunque no vamos a ninguna
parte.
Ellos se han sentado allí, mesa de por medio, con la
intención de eternidad que aturde a todo lo transitorio:
solos y a la vez acompañados,
en estado de mudanza;
condenados a buscar cómo se sale de la contradicción.
El tiempo cobrando peaje es infalible;
y yo mismo, a mi pesar, sin ser el tiempo cobro peaje:
 no soy el tiempo, pero soy el que mira.





DESPUÉS, ya veremos: por ahora
lo que conocemos del futuro es el presente.
Ese hombre afirma que nunca se irá de la ciudad;
su amigo, lo contrario: su tendencia a la huida.
Una joven, desdeñosa, se niega a perdonar.
Un hombre saca del bolsillo una entrada para el teatro.
Una muchacha, deslizada hacia la desgracia, sorbe un
café con la mirada en otra parte,
y en la mesa vecina un estudiante anticipa su porvenir.
Es fácil conocer el futuro: con sólo oír a esta gente, ya
sabemos su trama,
que no es sino una cita colectiva:
cuándo, dónde, con quién,
ese es todo el problema.





Ese hombre ha salido de la boca de un metro en erupción
y está sentado allí, apagando el humo de su ropa.

La ciudad le circula por dentro: la florista una naranja en
un charco, alguien que se aferra a un diario y siente
vértigo, un grupo chilla con una euforia dislocada;
y en todas partes, rasgos intercambiables: una cara llena
de confusiones familiares.

El olor del café es un continente invadido,
el reloj de la pared opina mudo,
el hombre cruza los brazos, recubre su impostura,
y mira a la mujer que lo acompaña.

Ella no dice nada
y apaga también el humo de su ropa:
residuos de una erupción volcánica

o, quién sabe, homenaje de la noche anterior.

Café Bretaña
Colección Visor de Poesía, Madrid, 1994.



El punto más lejano

X

Los muertos flotan cabeza
abajo en su parto a favor de la naturaleza: todos,
un solo muerto que
espera su ocasión para acoger al muerto único
que alguna vez seremos: cada uno
en diálogo continuo con el punto más lejano, que es
único
y a la vez de todos: de donde todo
viene a ser lo mismo.
Sin embargo,
cada muerto reclama su singularidad. Durante un tiempo
la reclama, obsesionado a fondo por su estado; y aquí estamos nosotros
para dársela: que ese muerto se explique, a ver
si de paso nos explica a los demás.
Dos amantes surgen de la marejada, atados
a la misma suavidad: ellos ¿quiénes
somos? ¿quiénes, él y ella,
somos en la crepitación del agua? ¿hasta dónde
hemos llegado con la desgarradura
de un amor que, por lo visto,
era eterno? Dos,
consumidos por la misma premura, y tan unidos
desbordan lo previsto
que aquí estamos recibiéndolos con sílabas, mejorando
para ellos la caligrafía,
tomando notas, removiendo los mismos materiales como si no
fuéramos todos
otra cosa que dos, haciendo
el mismo ruido.
Haciendo
ruido
saca otro muerto la cabeza: dice palabras, pero
no está pendiente de que las escuchemos: habla
como suena la tormenta, el mar
o un efecto de la naturaleza: y el juego acaba ahí,
sin moraleja. Acaba
con mostrarse,
y
en esto reside su poder: el enorme poder
de ser quien es,
sin más deberes: un irlandés que, según dicen, cruzaba unitarios de
una costa a otra con su barco, con un catalejo que yo he visto y
una manera de mirar el abra que no he visto pero
que recibo en mi casa.
¿Y adónde
quiere hacer llegar su queja
ese otro que, apareciendo en su carácter, quiere dar sentido a lo que tal vez no tiene?
¿Adónde esa mujer que, después de muerta, se pinta los labios; el que
rompe la cuerda destemplada, siendo la única que aún conserva su
guitarra;
el que mide la distancia recíproca entre silla y silla: entre esa silla
en la niebla
y por ejemplo ésta, donde me siento yo?
Lo bueno de estas cosas es que nadie interrumpa, que nadie
acorte distancia, hable
o calle antes de tiempo, perturbe con su actividad;
lo bueno, sabiendo que de esta intensidad solo podemos conocer el sitio
y el despliegue del tiempo: conocer
el instante.
Lo bueno, entonces: dejar que esta multitud de apariciones,
ajada antes de tiempo,
traiga el alivio de saber que en alguna parte está trazado el límite.
Esa mujer negra con una hoja enorme en la cabeza, ¿se protege del
sol que ya no existe para ella
o que ha cambiado de lugar?
El que habla solo en la puna, ¿busca qué compensación, jadeando
sin pulmones, sin la lengua afuera: sin tener siquiera afuera?
El tren de carga fantasmal que cruza por el sueño, inmóvil en la
mañana sucia del andén, ¿prefiere la velocidad del sueño o
la somnolencia fija del andén?
El que vive, pero poco: lo contrario
del que muere su muerte con convicción,
¿reivindica su existencia escasa
antes de desaparecer?
Entre dos
compensaciones flotan los muertos: vida
referida a la vida;
muerte, a la muerte.
Lo que ya no existe es el vínculo,
salvo nosotros que, único
vínculo a mano, aunque mal equipado,
discutimos con ellos para no ser su frontera;
y en esta discusión nos vamos entendiendo.

Santiago Sylvester 
El punto más lejano
Ediciones Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2011.



Santiago Sylvester, reconocido poeta y narrador argentino, nacido en Salta en 1942. Es autor de dos antologías de la poesía del Noroeste Argentino. Dirige la colección Pez Naufrago, de poesía, en Ediciones del Dock, y codirige la colección Escritores Argentinos de EUDEM, Editorial de la Universidad Nacional de la Plata.

Javier Adúriz calificó su poesía como “silogismo conversado” y él suele decir “me he pasado la vida escribiendo poesía porque hay algo mío que no está donde yo estoy”.

En la poesía de Santiago Sylvester  la historia natural,  la vida,  con sus anuncios acá y allá, el paisaje urbano, la naturaleza, la muerte,  la conjetura de la angustia fluyen como las aguas de un río cristalino “… Aquella frase de María Zambrano de “las palabras se juntan en formas que hacen abrirse un espacio antes inaccesible”  en  la poesía de Santiago Sylvester  se cumple con un tinte casi filosófico no exento de esplendente ironía, “no hay morada hay / intensidad: lugar donde se siente".

Libros de poesía publicados : El aire y su camino, 1966; Esa frágil corona, 1971; Palabra intencional, 1974; La realidad provisoria, 1977; Libro de viaje, 1982; Perro de laboratorio, 1987; Entreacto, antología de la colección ICI-Quinro Centenario de Madrid, 1990; Escenarios, 1993; Café Bretaña, 1994; Antología poética, en la colección Poetas argentinos contemporáneos, del Fondo Nacional de las Artes, 1996; Número impar, 1998; El punto más lejano, 1999, 2011; Los casos particulares, 2014.

Algunos de sus premios: Internacional de Poesías Gil de Biedma por "Café Bretaña", que además mereció el Premio Nacional de Poesía, premio Sixto Pondal Ríos -de la Dirección de Cultura de Salta- y el del Fondo Nacional de las Artes en dos oportunidades.


"Día del perdón y otros poemas" de Diana Bellessi


He construido un jardín 


He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.

He construido un jardín
para dialogar
allí, codo a codo con la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos -dejarse ir- para cuidarlo
y ser, el jardín.

Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte,

Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo del terror
si la belleza la sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.
Tener un jardín, es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre el páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here, amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.


Día del perdón


De todas las cosas que me han pasado en esta vida
son las inocentes las que recuerdo con hondura
y más mientras los años a disparada como potros
en una estela de polvo también pasan y pasan,
pero el vicio nunca acaba de andar así ensuciando
esa claridad solita que viene por encanto
y por gualicho bruto se va de andar pensando fiero
o pensando mal de esto o de aquello y sobre todo
de la siempre linda inocencia franca para darle
a los demás y más aún de la que tienen los otros
o ganas de tenerlas de seguro como yo,
dar y recibir así de ida y vuelta y natural
si miramos bien las cosas qué fácil es perderse
en belleza inocente que no calcula porque ve
solamente hondura o ese espesor de la vida único
al hacer las cuentas donde es llamado el instante
que no nos dio cosa ninguna más que el alma entera
y sabionda de saber nada se lleva y sólo fue
ganar fue seguir en la montura sutil del viento


Muerte por hambre

Son la ocho y reflejan los celajes
el espejo en sangre que el agua enturbia

con rojas de banderas de plumajes
de las hojas de capullos y flores

del sol que muere para este día y de la noche
en ciernes de lo que nace de lo que hiede

enjuto rojo con gusto a poco de lo que falta
de los porotos de las lentejas de los tomates

de la bendita carne asada de los otros
de las encías lengua dientes y labios rojos

de la comida que no ha sido vista ni dada
a la pancita hinchada a los brazos del grosor

de un dedo a las patitas que no sostienen
y a la mirada tenue de quien se va se muere

no de viejo no de enfermo no de guerra
ni de calor ni frío ni de accidente

ni Dios siquiera de hambre sólo de hambre
puerca persiguiendo como un águila

a los pichones de torcaz y no se grazna
no se grita lo bastante no se baten

las alas y las plumas y los picos
aunque no se vaya y no se espante

el rapaz maldito que quiere más
el rumor del hambre el desmayo ausencia

de cualquier rumor en la atonía del hambre
de falta de agua de parásitos de comer

tierra por hambre por comer lo que sea
se tantea gordura propia tersura

de la indiferencia ochocientos millones
sufren hambre en el mundo, sesenta

millones de chicos mueren veinticinco
mil gentes por día  de un hambre necia

y roja como las aguas de este río
que recuerdan la sangre faltante y

derramada cuando la noche enturbia
el rojo atardecer y magos y dioses

y madres bien alimentadas el cielo
nos guarde la tierra nos perdone y are

con surcos hondos el alma en peligro
en medio de la obscena abundancia.


Diana Bellesi
Tener lo que se tiene
Poesía reunida
Adriana Hidalgo editora

Diana Bellesi (1946) Poeta argentina de altísima relevancia en el marco de la poesía latinoamericana actual. Integró la redacción de Diario de Poesía y fue una de las fundadoras de la cooperativa editorial Nusud.
Ha traducido a  poetas como Ursula K. Le Guin, Denise Levertov, Adrienne Rich y Olga Broumas. Coordinó talleres de escritura en las cárceles de Buenos Aires.

Jorge Monteleone, dice en el prólogo de su obra completa, "[...]La vasta obra de Diana Bellessi, además de su extraordinaria potencia lírica, posee un atributo poco común: antes que una metafísica implícita, conforma un sistema poético" que proviene, según mi opinión, de una forma de ser y de estar en el mundo y esa forma arde en continuo hermanaje con la naturaleza y con los que menos tienen, es por esto que en otro pasaje del prólogo, J. Monteleone nos advierte  "[...] renueva los caminos de la poesía social en lengua española, donde el lirismo puede ser leído políticamente, sin abandonar lo indescifrable de la palabra en el tiempo, el origen y la finitud: "el lustral misterio de aquello / que empieza o acaba, / por el umbral del silencio y la distancia". Asume así de nuevo una cabal ética de la poesía".

Premios: Obtuvo la beca Guggenheim en poesía,  (1993);  la Beca Trayectoria en las Artes de la Fundación Antorchas (1996); Dos veces premio konek en la disciplina Poesía: Quinquenio 1999 – 2003 / Quinquenio 2009-2013Fue declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de BA en el 2010 y en 2011 recibió el premio Nacional de Poesía.

Obra poética: 
Destino y propagaciones,1970; Crucero ecuatorial, 1980; Tributo del mudo, 1982; Danzante de doble máscara, 1985; Eroica, 1988; Buena travesía, buena ventura pequeña Uli, 1991; El Jardín, 1993; Crucero Ecuatorial / Tributo del Mudo, 1994; The Twins, the Dream (with Ursula K. LeGuin), 1996; Sur, 1998; Gemelas del sueño (con U.K.Le Guin), 1998; Mate cocido, 2000: La Edad Dorada, 2003; La rebelión del Instante, 2005; Tener lo que se tiene- Poesía reunida, 2009; : La pequeña voz del mundo, 2011; Zavalla, con Z, 2012.